| domingo, 28 de septiembre de 2003 | A la comunidad canalla Soy la esposa de uno de los empleados cesanteados de Rosario Central y hoy he sentido la necesidad de comentarles algo. He escuchado en los medios al nuevo presidente del club repudiar los hechos de violencia en el fútbol, actitud que avalo y que me parece no necesaria sino imprescindible. Sin embargo, me sorprende, porque este mismo señor, junto a su comisión directiva, ejerció una inusitada violencia psicológica sobre una decena de empleados, que luego de una larga agonía, de un manoseo indigno de un ser humano, fueron finalmente cesanteados. Se habla de "crisis institucional", pero también algunos de los actuales directivos acusan por "pertenecer al régimen anterior". Ninguna de las dos razones me cierra. ¿Crisis institucional? Si así fuera hubieran despedido a todo el personal y no a un grupo "selecto". ¿Pertenecer al régimen anterior? ¿Qué implica? Porque si pertenecer a un régimen significa trabajar al lado del/los dirigente/s de turno, entonces mi marido perteneció a por lo menos cinco regímenes durante sus quince años de trabajo en el club. Ahora, si es un juicio de valor suspicaz, debería haber tenido un "rédito" y puedo asegurarles que el último sueldo que recibió fue el de marzo. Durante quince años dio la vida por Central, vacaciones acortadas, celulares que no dejaban de sonar ni aún en esos días de descanso, cargas horarias de más de diez horas diarias, confianza y responsabilidad para manejar dinero de recaudaciones de partidos, de recitales y cerrar la sede. Todo sin cobrar un peso de más. Pueden avalar lo que digo todos los que lo conocieron (incluso vos Roberto que según la malas lenguas tuviste mucho que ver en este final). ¿Es posible que alguien así, de repente, se convierta en un ser despreciable, que no puede entrar al club ni para sacar sus pertenencias? ¿En qué se fundamenta tanto odio? ¿Hubiera ocurrido todo esto en Central de haber estado Vesco, Rodenas, Natalio o el mismísimo Justo Rafael Elmir? Yo creo que no, son "grandes". Ah! Se me olvidaba, mi marido se llama
Ariel Elmir, casualmente hijo de aquel "Justo" que usted, estimadísimo señor presidente, conoció bien y que hoy seguramente debe estar repudiando su accionar desde allá arriba, muy cerca de Dios.
Doctora Patricia Cecilia Damiani
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