| sábado, 27 de septiembre de 2003 | Fiel a su paciente A lo largo de mi vida siempre pensé que mi salud sería inquebrantable, pero una mañana me encontré con los dedos de mis manos sin movimiento. ¡Qué desdicha para mí! Y comencé con el intenso trajinar de idas y venidas hacia los médicos traumatólogos, donde unos tras otros respondían: la patología que tiene usted es tenosinovitis. Resultado: tiene que operarse. La solución pensé que no era definitiva. Resolví hacer una visita a mi ginecóloga y contarle mi preocupación, por lo cual su respuesta fue precisa: tiene un estado de estrés y esto ha producido que sus dedos hayan quedado sin movimiento y con dolor. Era verdad, en poco tiempo había perdido a mis padres, habían partido hacia el cielo, y no tenía consuelo para mí. Como profesional de la medicina estuvo siempre atenta para con mi persona. Su respuesta se hizo presente. Con toda su fortaleza comenzó a trabajar con sus manos sobre mis dedos y me hacía elongaciones, donde mis dolores eran inquebrantables, pero sentía la sensación que calmaba el dolor y comenzaba a mover las falanges de mis dedos. Fui a visitarla dos veces más a su consultorio, donde resolvió que sin medicamentos y sólo con masajes y su paciencia, generosidad, afecto y apoyo espiritual, mis dedos comenzaron a ser los mismos de siempre. Gracias, doctora Gladys Marengo por salvar mis manos y gracias por su honestidad.
Marta Irma Spessot
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