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 lunes, 22 de septiembre de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-Otra jornada dramática para los taxistas y no sólo para ellos, sino para todos los rosarinos. Otro conductor se salvó de milagro de ser asesinado por tres delincuentes que lo asaltaron. Creo que con el correr del tiempo, si no se adoptan medidas serias en materia de seguridad en nuestra ciudad, se van a vivir momentos más difíciles de los que hoy se atraviesan.

-Sí, Inocencio, lamentablemente vamos rumbo a vivir cotidianamente los sucesos de la ciudad de Buenos Aires, que como sabemos son tremendos.

-¿Pero qué se puede hacer, Candi? Aquí a nadie se le mueve un pelo.

-Hay que diagnosticar primero cuál es el motivo del auge del delito y luego aplicar las soluciones parciales, porque el delito nunca podrá ser erradicado, esto ya lo sabemos. Pero sí puede ser mitigado y sí puede morigerarse la ferocidad con que actúan los delincuentes que es otro de los graves problemas que se suceden.

-Explique más esto último.

-Pregúntele usted a un viejo y experimentado abogado penalista, a un policía o juez con años de experiencia y le dirá que hace treinta años atrás a un ladrón armado jamás se le hubiera ocurrido disparar contra su víctima, a menos que una circunstancia límite y determinante lo obligara a hacerlo. Hoy en estos jóvenes delincuentes hay tanto desprecio por la vida humana, incluso por su propia vida, que aun cuando la víctima del robo les entregue todo lo que tiene le disparan. Y esto es patético. Esta actitud desmedida tiene, desde luego, varios orígenes.

-¿Cuáles?

-El delincuente no tiene nada que perder, ni su propia vida le importa porque ésta ya se perdió como consecuencia de un sistema que en lugar de recuperarla la aplastó de diversas formas que todos conocemos. En segundo lugar en la mayoría de los casos la mente del delincuente está obnubilada, herida mortalmente, entre otras cosas, por el efecto de la droga, cuyo tráfico no se combate como se debiera y es otra de las causas de tantos delitos y tan feroces.

-Hay quienes piden penas más severas y le diré que es tremendo, pero la gente aplaude cuando la policía mata a los delincuentes. Y lo remito al hecho de Paseo Colón días atrás en Buenos Aires: cuando la Federal mató a dos delincuentes los vecinos aplaudieron al grito de "dos menos".

-Estoy de acuerdo en que el sistema penal no está funcionando debidamente. Hay excesiva impunidad, falta de rigor y yo creo que muchos jueces y destacados juristas garantistas, entre los que tengo amigos, no alcanzan a comprender que esta realidad no permite por el momento la aplicación de un sistema excesivamente blando y permisivo. Ahora bien, también es cierto que con mayor rigor tampoco alcanza para dar solución a este verdadero problema que es el auge y la ferocidad del delito. ¿Por qué? Pues porque hay también una situación determinante en todo esto.

-¿Cuál?

-El nivel cultural, educativo y como consecuencia moral y de conciencia de una buena parte de la sociedad ha decrecido enormemente en los últimos años y esta deflación se ha visto notablemente exacerbada en las clases marginales y particularmente en los sectores propensos al delito. Es decir: la capacidad de razonamiento, la capacidad de comprender toda la magnitud del acto violento y de matar ha decrecido y puede entonces usted instalar todas las sillas eléctricas que quiera que tampoco habrá capacidad para comprender tal castigo. Es sencillo: se ha perdido la capacidad de dimensionar la importancia de la vida. Se ha instalado (en todos los ámbitos) la cultura de la violencia.

-¿Y entonces?

-Que se pueden adoptar muchas medidas para mitigar el flagelo del delito, es cierto, y ya hemos dicho aquí que en nuestra provincia no ha habido política en materia de seguridad, pero si al mismo tiempo no se refunda una sociedad cuyos pilares sean la educación, la cultura y la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano, en donde el "modus vivendi" tenga como alma la equidad y la formación integral del hombre, todo lo que se haga será en vano.

Candi II



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