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 lunes, 15 de septiembre de 2003

Marioneta

Peer Meinert

Leonid Breshnev, el antiguo líder soviético, se arrastró durante años enfermo de muerte por los diversos cargos que ocupó. Cuando no podía más, el Kremlin decía que estaba resfriado, y en Occidente muchos opinaban al final que no era más que una marioneta. Lo que pasa con el papa Juan Pablo II no es muy distinto: un anciano que se arrastra, sufre, y apenas nadie cree ya que siga manteniendo firmemente las riendas en la mano. Pero el Vaticano no ha confirmado ni siquiera que su jefe sufre el mal de Parkinson.

Hace tiempo que el Vaticano recayó, con su política de información, en los tiempos soviéticos. El lema: no decir nada, negarlo todo. El Parkinson es una mala enfermedad, que a pesar de su tratamiento puede provocar pérdidas de memoria.

Es cierto que al final de su viaje a Eslovaquia el Sumo Pontífice "funcionó". Los médicos determinaron bien la dosis de medicamentos para la misa de dos horas, y Juan Pablo II pudo respirar sin dificultad e incluso a ratos se podía entender lo que decía. Soportó toda la ceremonia en silla de ruedas. Sólo al final dejaron de tener su efecto las inyecciones y se hundió.

No hace mucho tiempo, todos admiraban su aguante. Aunque ya estaba débil y frágil, lograba transmitir su mensaje, e incluso conseguía encandilar a la juventud. Pero eso se acabó. En vez de ser testigos de un acto de fuerza, los creyentes reunidos ayer en Bratislava vivieron una tragedia. El "gran comunicador", que lograba con una sonrisa conectar con sus seguidores, está hundido en su silla de ruedas. Incluso los discursos escritos, que ni siquiera puede leer ya personalmente, son extrañamente lánguidos y opacos. (DPA)

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