| domingo, 14 de septiembre de 2003 | "Puede contribuir a una salida airosa" Eduardo Curia (*) La suscripción de un acuerdo de contenido plausible con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es un hito trascendente. No es, desde ya, "toda la historia". Pero, sí, a no dudar, constituye un mojón más, muy importante. No se trata de ir arrojando opiniones triviales, totalmente a la ligera. Sabemos que no sólo enfrentaremos el reto que significa el propio cumplimiento del acuerdo en cuestión, sino que también está en danza una negociación con los acreedores privados que pinta difícil. Y, los propios compromisos con el FMI merecerán, en su debido momento, un esfuerzo de "extensión temporal".
Pero, de todas maneras, el hito no es para despreciar. Todo lo contrario. Ha estado incidiendo una estrategia negociadora de firmeza razonable por parte del gobierno. El gobierno no se ha dejado arrastrar por la bizarra agenda comprometida; ha buscado discriminar los temas, asegurar prioridades, plazos e intensidades. Si hubiéramos dicho "sí" a todo, seguramente tendríamos el acuerdo bastante tiempo atrás; pero, asimismo, ya estaríamos lamentando sus condiciones draconianas como un óbice para un cumplimiento.
La posibilidad de contar con un acuerdo plausible, aún con las limitaciones del caso, va jalonando nuestro reposicionamiento en el mundo, mientras emergemos de la crisis terminal sufrida por el país. Ayudará, además, a reforzar las expectativas. Es una manera de ir cimentando una nueva confianza, más seria que la que vanamente se pregonaba otrora.
Decía, en este último interín, que estábamos en una instancia de wait and see ("esperar y ver", "desensillar hasta que aclare") por varios motivos, incluido el interrogante relativo al curso de la negociación con el FMI.
Contando con un acuerdo plausible, asegurándonos que no existe estorbo para que practiquemos una política expansiva con tasas de interés bajas, y avanzando más en la recuperación de la palanca crediticia, la Argentina puede ponerse en condiciones para aspirar, de cara al 2004, a una tasa de expansión airosa.
Si, además, somos capaces de prolongar una estrategia económica ordenada -por supuesto, siempre hay que estar mirando de reojo, en este punto, a las condiciones mundiales-, podría perfilarse una atractiva dinámica de crecimiento sostenible, con implicancias favorables no subestimables en materia de combate del desempleo y de la pobreza.
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