| sábado, 13 de septiembre de 2003 | Por la ciudad El mensaje de las mayorías silenciosas Adrián Gerber / La Capital Los rosarinos han decidido el domingo pasado que el socialismo siga por cuatro años más al frente de la ciudad. Pero dentro de las urnas se pueden leer varios mensajes si uno analiza la elección a intendente:
* Principalmente se le renovó la confianza a un partido que viene gobernando Rosario desde hace 14 años, con aciertos y errores, pero que no cabe duda de que ha puesto el acento en la salud, la cuestión social y la ampliación de los espacios públicos. Esto es seguramente lo que parte del electorado ha reconocido una vez más a la hora de votar.
* Aunque también en las urnas hay un llamado de atención para el partido gobernante. "El armado electoral fue tan desacertado que no nos permitió capitalizar políticamente los logros de la gestión", admitió un vocero oficialista. Así, fuerzas que tienen visiones similares terminaron compitiendo por el mismo electorado (allí están los votos del ARI, cuyo candidato a intendente se ubicó en tercer lugar con 34 mil votos).
* Pero también el domingo la gente expresó que hay cosas que le molestan, como por ejemplo que se descuide la calidad de los servicios públicos básicos que brinda la Municipalidad: limpieza, transporte público y mantenimiento constante de la ciudad (allí están los votos en los barrios periféricos donde el oficialismo no tuvo una buena performance).
* El peronismo estuvo cerca de llegar a consagrar un intendente, pero más por errores ajenos que por aciertos propios. Sólo se limitó a mantener el 30 por ciento de los votos que viene cosechando elección tras elección. Así, los rosarinos siguen sin confiarle los destinos de la ciudad y le volvió a dar el rol de principal opositor. El PJ rosarino deberá replantearse seriamente por qué no logra convencer a la gente de que es capaz de gobernar la ciudad mejor que el socialismo.
* Por último, el resultado electoral le puso punto final a la declinante carrera política de Horacio Usandizaga. El ex intendente dejó enormes dudas sobre cuáles fueron sus verdaderas intenciones al presentarse como candidato a intendente cuando de antemano sabía que no tenía ninguna posibilidad de ganar. Una postulación que de principio a fin fue funcional al peronismo. ¿Por qué no se hace público el contenido de las reuniones que Usandizaga mantuvo meses antes de las elecciones con un altísimo dirigente del PJ santafesino?
Ahora, con una legítima victoria electoral en la mano, el intendente electo Miguel Lifschitz tendrá que enfrentar el gran desafío de legitimarse en la acción de gobierno, como cualquier mandatario.
Así, y en primera instancia, seguramente le impondrá a la Intendencia su propia dinámica y personalidad después de ocho años de gestión de Hermes Binner.
Para eso, deberá meditar bien qué perfil le da a su gobierno, cuáles son las áreas que va a privilegiar y quiénes serán sus colaboradores. Es evidente, que el Ejecutivo municipal necesita renovación y oxigenación en la primera línea de la mayoría de las áreas. Se precisa hoy más que nunca un equipo de gobierno innovador, creativo, ejecutivo, eficiente, inteligente, con mística y lleno de ideas y propuestas.
"Lo primero que un equipo debe hacer al entrar en el municipio, para cuatro años de gobierno, es fijar con pocas palabras, claras, contundentes, fácilmente entendibles, qué es clave, imprescindible, para la ciudad, para los ciudadanos de hoy y del mañana inmediato algo más lejano y qué hará con ello. Debe fijar la marca, el concepto de gobierno. De gobierno público: no partidario. Con rotunda precisión y apabullante actualidad. Y la debe fijar desde el programa votado por los ciudadanos. Jamás desde las conveniencias del partido", aconseja Toni Puig (asesor del Ayuntamiento de Barcelona) en su libro "La comunicación municipal cómplice con los ciudadanos".
En este nuevo escenario nacional, muchos sostienen que llegó el cuarto de hora para Rosario. Expectativas hay de sobra. Y Lifschitz tiene ahora todo el crédito para liderar un proyecto que le dé un nuevo impulso a la ciudad, la gran casa común, como la llama Puig. Pero el futuro de Rosario también dependerá del compromiso que asuman y de cómo se impliquen sus ciudadanos, sus empresas y sus organizaciones sociales. Una tarea de todos y con todos.
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