| sábado, 13 de septiembre de 2003 | Alguna vez tenía que suceder Alguna vez tenía que suceder que la soberbia recibiera su merecido. El intendente de Rosario que se jactaba de sus supuestas ventajas en las encuestas quedó donde debe quedar, en el olvido. Aunque mejor sería tenerlo presente y rogar que no se repita una administración como la que tuvimos con sus mandatos. Lo dije otras veces: salgo a caminar y no puedo transitar por las veredas rotas, salgo en auto y caigo en amplios baches, que parece que se tragan el auto. Mando gente a los hospitales municipales y no hay remedios, ni turnos, para un turno con un médico generalista tienen que esperar más de 15 días, así sucede invariablemente en el Carrasco, por ejemplo. Puede ser que ahora el doctor Binner, que ya no tiene que ocuparse de repartir cargos a los chicos de la agrupación universitaria Mariano Moreno, tenga tiempo de dedicarse a su profesión. Sin embargo, si se dedica a su profesión no deja de ser riesgoso, porque como es "antinatalista" se lo pasará repartiendo y recetando anticonceptivos, aun sabiendo que casi sin excepción esos implementos son abortivos o no seguros. Por lo menos la ciudad de Rosario ya no tendrá que ver su impasible estado de suficiencia y los dependientes municipales de carrera (los pocos que quedan, porque se encargó de separar a la mayoría) ya no tendrán que temer represalias por no coincidir con las ideas políticas de quien obrara como un represor al mejor estilo fascista. Por cierto que deja un gran vacío: la licitación del transporte urbano que quedó en una ostentosa exposición y no se llegó a nada; deja la estación terminal de ómnibus en un estado lamentable; deja el monumento al vidrio que inventara como hospital de emergencias; deja una ciudad sucia con el tema de la basura sin resolver y, eso sí, deja muchas inauguraciones que no sirvieron de nada y deja una juventud a la que sólo se le ha promovido en el centro en que se reúnen la "educación sexual" a su manera, y la provisión de todo tipo de anticonceptivos entregados sin el menor cuidado de la salud.
Ernestina Decker
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