| miércoles, 03 de septiembre de 2003 | Charlas en el Café del Bajo –Decía Borges que el pasado es recuerdo y olvido. Porque el olvido es también un ejercicio de la memoria. Hay quienes olvidan porque quieren olvidar, y hay quienes recuerdan porque quieren recordar. Los que olvidan su pasado, sus tradiciones y costumbres son como los hijos que reniegan de sus padres; jamás podrán construir una familia sana, ni una sociedad justa ni un mundo mejor". La frase no me pertenece, Inocencio, la leí en el boletín con programas de festejos que está distribuyendo la colectividad judía con motivo de los cien años en Rosario. Pero qué casualidad (bueno, yo no creo en las casualidades, usted sabe) llega a mis manos justo cuando quiero comenzar una pequeña campaña, una cruzada para encontrar a una persona.
-Qué hermosa frase: –El pasado es recuerdo y olvido"; ¡cuántas reflexiones podríamos hacer a partir de estas seis palabras! Y cuánta verdad encierra eso de que el pasado es decisivo para lograr una vida mejor. Pero, ¿qué tienen que ver el pasado, y Borges, con encontrar a una persona?
-Bueno, es que la historia de la persona que yo quiero encontrar comienza hace muchos años. Comienza con un hecho muy hermoso sucedido hace cuarenta y nueve años. Bueno, pero me perdonará usted que por el momento no revele más detalles de esta historia, que es, como usted comprenderá, una historia de vida.
-¡Pero adelante el título por lo menos! ¡No sea así!
-Tenga paciencia, no sea ansioso, ya le revelaré más detalles. Sólo le diré algo: en los próximos días tal vez tengamos como tarea tratar de ubicar a una mujer que vive en Rosario, que hace unos cuarenta y nueve años trajo al mundo a una hermosa bebé. Nada más.
-¿Pero usted sabe cuántas mujeres dieron a luz a una bebé en Rosario hace cuarenta y nueve años? Bue... pero reflexionemos sobre estas palabras: –El pasado es recuerdo y olvido". ¿Qué es lo que se debe olvidar del pasado y qué no se debe olvidar del pasado, Candi?
-¡Uf! Es tan amplio el tema que usted propone. Yo creo que una de las cosas que debemos aprender a no albergar en nuestra mente en forma de resentimiento son las ofensas que nos hacen. ¿Y por qué digo esto? Porque con frecuencia yo escucho a personas que llevan como lema de vida esta frase: –Perdono, pero no olvido". Y detrás de ese –no olvido" hay toda una serie de sentimientos: sospecha, temor, rencor y la actitud de estar a la defensiva y pre-ocupado. En rigor de verdad yo no creo que ese sea un verdadero, un genuino perdón ¿Para qué sirve –no olvidar" (en el sentido asignado a la palabra olvido) la ofensa que en el pasado hizo el prójimo? En mi opinión para nada bueno, sólo para mantener latentes en el interior sentimientos poco edificantes. Es decir, cuando se perdona uno debe dejar la página en blanco, absolutamente en blanco de manera de poder escribir sobre ella otra historia, una historia de amor. Porque el perdón es eso: una historia de amor, una historia de reencuentros.
-¿Y se deben olvidar las ofensas que uno mismo se hace cuando comete errores por ejemplo?
-En ese aspecto yo siempre digo que el hombre suele ser muy soberbio. Como se dice vulgarmente: –Tiende a ser más papista que el Papa", porque en ocasiones no se perdona haber actuado mal. Entonces se da una situación paradojal y hasta ofensiva: el hombre no se perdona a sí mismo lo que Dios mismo ya le ha perdonado. Se generan así sentimientos de culpas que hacen desastres. Creo que hay que aprender a perdonarse y aprender a –olvidar" los hechos malos, entendiéndose –olvidar" a la necesidad de no permitir que tales hechos socaven nuestra integridad psíquica. Nuestra memoria debe tener al suceso como un punto de referencia que nos evite repetirlo, pero nada más.
-La clave está en saber discernir sobre los alcances y el significado de la palabra olvido y en saber separar las cosas.
-Exacto: no olvido el hecho del pasado como punto de referencia que me permite no reiterarlo, pero sí lo olvido como suceso que pueda generar sentimientos de rencor o culpa. Dije que el perdón es una historia de reencuentro: imagínese usted a dos personas que han tenido cierta diferencia en el pasado o que un hecho puntual las haya distanciado. El reencuentro sólo podría darse en el marco del amor, de un genuino perdón.
-¡Hum! Revolotea la historia. Hasta mañana.
Candi II
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