| domingo, 31 de agosto de 2003 | Personajes & Destinos: Truchas, salmones y costeletas a las llamas Luis Botallo (*) Era un día espectacular en las afueras de San Carlos de Bariloche. Junto a mi esposa Charo, mis hijos Juan Ignacio y Ezequiel, ultimamos todos los detalles: caña, tansa, moscas, provisiones y nos lanzamos al camino. Cruzamos el cerro Llao Llao y luego de una larga caminata, descendimos hasta Villa Tacul. Apenas nos asomamos al lago, vimos desde una roca piezas espectaculares, truchas y salmones increíbles que se deslizaban en las aguas verde esmeralda del lago.
Preparamos todo y comenzamos los primeros lanzamientos, tiros cortos, de mediana distancia. Probamos todo tipo de moscas y los esbeltos peces pasaban sin prestarnos la más mínima atención.
Un lugareño se acercó y me dijo: ¡Oiga don, tiene que tirar más adentro! Le hice caso, preparé la caña, me afirmé en una piedra enorme, mis hijos y mi mujer observaban atentamente con la tensión propia de lo que sería "el histórico tiro del viejo en los lagos del sur", y allá fui.
El brazo se deslizó por el aire describiendo una rara parábola, metros y metros de tansa penetraron el cielo azul, pero el señuelo con su anzuelo no caía nunca. Todos concentramos la mirada en el lago para observar el típico sapito que se produce al caer en el agua pero nada se veía.
-¡Qué tiro papá!, exclamó uno de mis hijos. Comencé a recoger con cuidado, la caña estaba tensa, cada vez más tensa y mi esposa, que se había alejado unos metros comenzó a reírse señalando el extremo de un pino cercano que se balanceaba ante el mínimo movimiento de la caña.
La suerte estaba sellada, perdimos todo. Fue entonces que ensartamos cuatro costeletas y sendos chorizos en un pinche metálico, los asamos a fuego lento, almorzamos y emprendimos el regreso con la firme convicción de no intentar nunca más pescar en los lagos del sur.
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