| domingo, 31 de agosto de 2003 | Rosario desconocida: música en la calles José Mario Bonacci (*) Desde su mismo origen, el hombre sabe de la música. Desde el primer arrorró en la boca materna, hasta el último viaje acompañado por Chopin, o tantos otros que dejaron estremecedoras marchas fúnebres. Se sabe con certeza que el feto en la intimidad de su refugio escucha los sonidos exteriores. Así, cabe suponer su experiencia si de música se trata.
Hasta los pájaros traviesos se permiten cantar siguiendo ritmos, escalas, "ostinatos", y combinaciones que repiten a la perfección. La humanidad goza de la música en todas sus expresiones, la incorpora a su acervo cultural y por tanto recuerda y exalta la memoria de autores en todo tiempo y lugar. Una manera, es testimoniar en el cuerpo de las ciudades, marcas que intentan traer a su lado presencias que han partido o autores que conviven con el tiempo presente.
En calles de la ciudad, nombres comprometidos e integrados a la música, dan la pauta de presencia viva. Comenzando por el sur se va armando el inventario. En barrio General Las Heras, Beethoven es único representante. En su vecino Matheu, al oeste de San Martín, Chopin, Debussy, Mozart, Manuel de Falla y Wagner son vecinos cercanos.
Llegando al centro, Humberto De Nito da nombre al anfiteatro municipal de Parque Urquiza. En la zona norte, barrio Lisandro de la Torre contiene en solitario a Cayetano Silva, autor de la Marcha de San Lorenzo y en Alberdi, sumando otras virtudes se homenajea a Blas Parera gestor del Himno Nacional Argentino.
Ya en pleno norte, La Florida recuerda al Maestro Massa, pero Parque Field, llama la atención con calle Manuel de Falla, que también existe en el citado barrio Matheu, según plano oficial de 1977, ratificado en la actualización del año 1998.
Hacia el oeste, la música ciudadana es dueña absoluta. Al este de bulevar Wilde y vecinas al Mercado de Concentración están las calles Filiberto, Magaldi y los payadores Ezeiza y Betinotti. A unos 500 metros, sobre avenida San José de Calasanz, una urbanización de unas 15 hectáreas fue imaginada hace más de 30 años por el maestro Francisco Plano como el Barrio Tango. Todas las calles celebrarían la memoria de los músicos de tango, con una plaza incluida. Se dio comienzo a la imposición de nombres con la necesaria tramitación legislativa, y es así que tomando de norte a sur a todas las calles que corren de este a oeste, encontramos los nombres de Francisco Canaro, Fresedo, Julio De Caro, Cobián, Di Sarli, Rivero, D'Arienzo, Julio Sosa, Firpo, Troilo, y Hugo del Carril. Entre los que no llegaron a tramitarse, figuran Piazzolla, Libertad Lamarque y otros.
Aquí también llama la atención que las calles que corren de norte a sur, no están nominadas y se citan en el plano oficial como Pasaje 1621, Pasaje 1623, etcétera, configurando una información inexpresiva y aburrida. Esto podría ser una buena ocasión para completar lo faltante, no olvidando a grandes músicos locales, de los cuales son ejemplo Antonio Agri que paseó su virtud por el mundo especialmente en el período junto a Astor Piazzolla, y Domingo Federico, que como hijo adoptivo de Rosario vivió aquí por más de cuarenta años hasta su muerte.
Y esto no es todo. Hay monumentos que cumplen con lo suyo sirviendo como ejemplo. En el parque Independencia, cruce de bulevar Oroño con Intendente Morcillo conocida como esquina del "reloj floral", Beethoven, Manuel de Falla y Paul Casals estuvieron juntos hasta hace poco. Este último fue reinstalado en plaza Cataluña sobre la orilla del Paraná en barrio Alberdi. En cuanto a Carlos Gardel, sigue con su pinta y alimentando la nostalgia por su ausencia, sobre calle Córdoba esquina Vera Mujica.
Estas cosas adheridas a la piel de la ciudad pueden sorprender, pero quizá lo más simpático y entrañable sea el descubrir signos contenidos en la arquitectura anónima, silenciosamente cómplices, en rincones para emocionar a quienes recorren sus misterios caminando sin tiempo ni distancias.
En Rioja 1550, un nicho superior esconde un angelito penumbroso con su trompa en la mano divirtiéndose sobre la puerta de entrada. En cambio, en 3 de Febrero 1455-1457 flanqueando la ventana central del primer piso, dos faunos alados soplan sus cornetas mientras miran y ofrecen su música a los caminantes.
En Corrientes 485 (ex-Cine Imperial), dos frisos superiores estilo art-decó ubicados casi en donde el edificio se encuentra con el cielo, una serie de bailarines desnudos encantan con sus movimientos, que no pueden estar motivados por otra cosa que no sea la música. Una delicia visual que emocionó vivamente a Oriol Bohigas, padre del Parque de España, cuando llegó a la ciudad por primera vez.
Sarmiento 1077, en su eje de simetría y sobre el primer piso exhibe un verdadero homenaje a la música: en el centro de una orla laureada con alto sabor romántico, la composición hermana a un violín, con un teclado, una trompa y una flauta, todo resaltado en un altorrelieve que vibra bajo la luz.
Son cosas de la ciudad, regalos que nos ofrece el tiempo, y nos hace saber que no alcanzará una vida para descubrir las sorpresas del lugar amado y elegido para vivir. Es como ir construyendo la complicidad mutua entre gente y territorio, entre poesía y espacio. Para demostrarlo, no podemos olvidar que en San Juan 1685, se ingresa a una vivienda a través de una clave de sol con líneas pentagramadas y todo, inserta en la superficie total de la puerta principal. Detalle insólito y sorprendente, que bien puede aprovecharse para tomarlo de apoyo espiritual y comenzar a componer cada uno su propia sinfonía urbana con un silbido callejero contrapunteado por un coro de pájaros, mientras se anda, se conoce y se enamora del lugar en que se vive, a la espera de la primavera y el estallido de las flores.
(*) Arquitecto
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