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 lunes, 25 de agosto de 2003

Los primeros resultados comenzaron a darse a conocer recién a las 21.30
La abultada superoferta de candidatos complicó el escrutinio en Buenos Aires
Treinta y ocho listas convirtieron en un verdadero aquellarre a los cuartos oscuros porteños

La enorme oferta de candidatos en la Ciudad de Buenos Aires, agrupados en nada menos que 38 listas, convirtió en un aquelarre a los cuartos oscuros, que se reflejó tanto a la hora del elegir boletas como en la lentitud del escrutinio.

"¿Pero qué está haciendo ahí adentro?", se preguntaron con impaciencia muchos de los votantes porteños que, en promedio, debieron hacer colas de 15 minutos para acceder al cuarto oscuro, donde estaba la explicación de tanta demora.

Por esas paradojas de la política, semejante oferta electoral se produjo en la primera elección porteña después de la consigna que se vayan todos, y no fueron pocos los votantes que se marearon con tantos nombres y terminaron metiendo en el sobre una boleta distinta de la llevaban en mente.

Cuando ya el mediodía se había convertido en siesta, en la escuela de Jorge Newbery al 4400, un hombre hizo notar su impaciencia y provocó la risa de los que lo rodeaban: "Meté a cualquiera, que se me pasa el asado", le gritó al conciudadano que estaba dentro del cuarto oscuro.

Cuando llegó su turno, el hambriento votante sufrió en carne propia la situación. Una hilera de pupitres dispuestos en forma de U presentaban 32 boletas con tres cuerpos (candidatos a diputados, a jefe y vicejefe de Gobierno y a legisladores porteños), cuatro con dos (jefe-vicejefe y legisladores locales) y dos sólo con la oferta de candidatos a ocupar una banca en la Legislatura porteña.

Para el desorden se sumaban las boletas desechadas por quienes ya habían optado por cortar boletas y también contribuían a la confusión general las habituales trapisondas militantes de tapar las boletas del adversario con las del candidato propio.

Otro factor que sumó minutos dentro del cuarto oscuro fue la práctica, muy habitual entre militantes y periodistas, de recolectar todas las boletas.

Recorrer la hilera de boletas humedeciendo el dedo en la boca no demandaba menos de un minuto y medio, siempre y cuando estuvieran acomodadas.

Luego había que desandar el camino hasta encontrar la boleta que el ciudadano quería respaldar, hacer los cortes deseados, meter todo en el sobre, pasar la lengua por el borde engomado y, recién ahí pensar en cómo salir con el rollo de boletas sin que a alguien se le ocurriera plantear una impugnación.

Algunos salieron con un sospechoso bulto en la cintura y otros con la campera cerrada hasta el cuello, a pesar de que el solcito invernal no obligaba a tanto cuidado.

El buen tiempo, por otra parte, hizo remolonear a buena parte del electorado, que llegó a los centros de votación minutos antes del cierre de las mesas, en las que se formaron largas colas. Los últimos terminaron de sufragar a las 19, una hora más tarde del horario oficial.

Los primeros resultados estaban previstos para las 19.30, pero como todo se demoró hasta la exasperación, los primeros cómputos oficiales fueron difundidos a las 21.30. Era, estaba claro, el comienzo de una larga noche.


¿Cuál De la Rúa, Fernando?
Cuando los periodistas esperaban el voto del ex presidente Fernando de la Rúa, otro De la Rúa apareció en escena. Fernando Aíto de la Rúa, hijo del ex mandatario, ingresó con paso cansino y, mientras hacía oídos sordos a las preguntas de la prensa sobre su padre, un tanto desorientado pidió a los periodistas que lo ayudaran a encontrar la mesa asignada para emitir su sufragio.

Minutos después, Aíto gozó del privilegio de no hacer la fila, a pesar de que varios votantes aguardaban con paciencia su turno. "¿Por qué no hizo la fila, quién es para pasar primero?", preguntó uno con el DNI aún en la mano. El presidente de mesa dijo que lo autorizó a "colarse" por una cuestión de seguridad.

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