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 lunes, 25 de agosto de 2003

Un periodista que sólo utiliza imágenes
Sábat, desde hace años, expresa ideas sin palabras. Ahora muestra otra faceta: su afición por la fotografía

Fernando Farina / La Capital

A Hermenegildo "Menchi" Sábat se lo conoce sobre todo por sus dibujos con los que hace otra forma de periodismo, aunque también por sus pinturas y su afición al jazz. Pero hay otra faceta menos conocida, la de fotógrafo, que ahora vino a mostrar a Rosario.

En el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, presentó la exposición "Imágenes latentes", un conjunto de 50 fotos tomadas desde 1955 -cuando trabajó para medios de Montevideo- hasta la actualidad, muchas de las cuales son de viajes al exterior, como simple turista voyeur.

Nacido en Uruguay, pero nacionalizado argentino porque quiere al país, en la década del 60 en el mejor momento de su carrera como periodista declinó ser secretario general del diario El País de Montevideo -porque se iba a convertir en un burócrata e iba a estar obligado a echar gente- y se vino a vivir a Buenos Aires para seguir su profesión de otra manera: dibujando, sin utilizar palabras.

-Se lo conoce por sus dibujos, pinturas, hasta por su afición al jazz... ¿cuándo empezó a sacar fotos?

-Desde chico, pero me costó mucho tener una Leica. Pertenezco a la generación de los fotógrafos que tuvieron como referente a Cartier-Bresson, inclusive tengo dos prints firmadas por él que elegí especialmente, una es la famosa de Alberto Giacometti cruzando la calle tapándose y otra es una fiesta campestre de 1938. Este tipo de imágenes son las que siempre me han gustado y he tratado de obtener, obviamente dentro de mis limitaciones. Diría que para mí la fotografía es una forma de mirar.

-¿Así como el dibujo y la pintura?

-Sí, también. Uno va representando dependiendo de cada medio. Son distintas formas de mirar las cosas, aunque creo que existe un peligro que a veces se puede transformar en una enfermedad incurable que es ser una especie de picaflor, estar en una cosa y después en otra, pero estas cosas están interconectadas.

-Decía que eran distintas formas de mirar...

-Sí, lo que pasa es que lleva mucho tiempo practicar las cosas y saber de qué manera uno tiene que trabajar en blanco y negro con tintas y lápices y de qué manera trabajar el óleo. Pero hay algo que me parece importante: si hay una interconexión entre estas cosas, y esto no lo digo como un autoelogio, es que no las hago para vender. Eso une todo, son obras hechas porque a mí se me dio la gana.

-En la vida de por sí uno tiene varios amores, y uno no desmerece al otro.

-Pero las partidas simultáneas son peligrosas. Hay que tener mucho respeto por las cosas que se hacen.

-¿Por qué en un momento importante de su carrera, cuando estaba en Uruguay, decidió no aceptar el puesto que le ofrecieron como secretario general del diario El País, donde trabajaba como periodista, y se vino a la Argentina?

-Por entonces estaba haciendo el diario todos los días y sin rótulo porque cometí un hecho de discreción y otro de insolencia. La discreción fue que pedí que no me dieran rótulo y la insolencia fue que le dije al que era el capo del diario "usted no me llama por el interno". Pasaron seis meses y un día levanto el tubo y me dice: "viste que yo no te llamé, venime a ver". Y fui. Me dijo que era el nuevo secretario general del diario y lo fui por una millonésima de segundo. Cuando le dije que no, el tipo no lo podía creer, porque lo que se supone en esos casos es que uno está trabajando para ese cargo, sobre todo en instituciones como un diario. Recuerdo que, cuando volví a la redacción y dije que me iba del diario, vi la cara de alivio de una cantidad de tipos...

-Pero ¿por qué declinó el cargo?

-Por una cantidad de razones que si uno no las piensa, cuando surgen esas cosas, se ensarta. Un cargo de secretario general de un diario tiene más de burócrata administrativo que de periodista creativo. Y otra cosa: llegado el momento iba a estar involucrado en hechos como echar a alguien; para eso no sirvo. Hay gente que sí y no la juzgo mal, pero yo no. Me quedé en la calle y decidí ir a Buenos Aires. Mi madre era porteña, de la Boca, y es la ciudad que conocí de niño, donde vivían mis abuelos, la que quería. Tuve opciones de trabajar en Nueva York, pero no quise. Por otro lado, a mí me gustan las difíciles no las regaladas. Me fui a Buenos Aires a encontrar un diario donde dibujar.

-¿Dibujaba desde chico?

-Sí, el primer dibujo lo publiqué a los 12 y en un medio grande a los 15. Cuando me fui a Buenos Aires tenía 32 años, con 17 de carrera. Haber sido secretario general del diario El País a esa edad hubiera sido una cosa rara... Pero a mí me sirvió el trabajo como periodista. Cuando era chico iba a las redacciones a hinchar, quería que publicaran mis dibujos, era una época de total ensimismamiento y a lo mejor de narcisismo que perdí por suerte. En la redacción, la gente que escribe y no dibuja tiene unas ideas imaginativas y muy floridas; decían "hacé esto", "poné esto otro", y yo hacía exactamente lo que me decían y no les gustaba a ellos y menos a mí, y tampoco lo publicaban. Esos años me sirvieron para mimetizarme con la cabeza de un periodista y ahora trabajo pensando como un periodista y tengo la mano que dibuja pero si eso no se hace uno es un mero ilustrador de un diario.

-¿Y por qué decidió no usar palabras en sus dibujos?

-Cuando llegué a Buenos Aires trabajé cinco años en agencias de publicidad, que detesto, pero tengo una mujer que largó todo para acompañarme y dos hijos. Estuve ocho veces en la calle y no por mal comportamiento sino porque no tengo cara de vender nada. Lo sé y no tengo que ir a un psiquiatra ni a un cura para que me lo explique. Entonces cuando entré en el diario La Opinión y se me presentó la oportunidad de hacer lo que siempre había querido, dije "mis dibujos no llevan palabras", porque la gente se pelea por palabras y no por ideas. Esto no es filosófico, es la verdad. Y no usé palabras. No es un compromiso con nadie, es conmigo.

-Pero expresa ideas.

-Y lleva tiempo acostumbrarse a transmitir estados de ánimo o cosas por el estilo con dibujos. Muchas veces cuando no hay situaciones obvias recurro a refranes o modismos orales.

-¿Por qué se nacionalizó argentino?

-Fue hace años, porque vivo acá, no vivo en todos lados. Claro hay ciertas cosas características de Uruguay, soy producto de la escuela pública y tengo cuestiones anarcas también de allá, pero quiero a este país que es donde pude desarrollarme y he resistido las invitaciones a ir a otro lado. Así que estoy feliz acá. Claro, actúo de manera crítica pero por qué no. Creo que uno tiene que ser crítico aspirando no a una utopía sino a algo mejor.

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Es uruguayo pero dice que es feliz en Argentina.

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