| domingo, 03 de agosto de 2003 | Personajes y destinos: A la medida del hombre Sebastián Riestra (*) Cuando llegó, fue sorprendido por la palabra. "Infidelidad", había escrito. No hacia una mujer, no, sino peor: hacia un paisaje. Hacia una ciudad: su ciudad. Hacia Rosario, su paisaje.
Traición flagrante, corazón inscripto en otro cielo.
El montevideano.
Montevideo, reino claro, había escrito entonces, de vuelta ya en su pago, ventana abierta al frente y mate tibio a su costado. Whisky a mano, Montevideo. Mercado del puerto y Medio y Medio fresco en alta copa, pez espada grillé o simple chivito, librerías de viejo, 18 de Julio que florecerá en las caminatas, plátanos bordando filigranas bajo el pecho azul del mediodía. Más librerías de viejo. Más caminatas.
Y arriba la celeste, la vida.
Montevideo, sitio diáfano (había escrito entonces, insisto). Tristán Narvaja en el centro del domingo, mundo medieval, ámbito cordial, ágora clara. Bares donde sentarse a ver pasar el tiempo como pasa el clarete a través de la garganta. La voz de Jaime Roos allá, la de Mateo aquí, la de Drexler en viaje hacia el mañana. Y el tango como fondo de las cosas.
Pero en Montevideo el fondo se torna superficie. Puede ser tocado, recorrido. El negro del candombe se confunde con la melancolía de los bandoneones. Es, casi, como si Buenos Aires tuviera el tamaño de Rosario. Pero ella no es la Argentina aunque tan cerca esté de la Argentina.
Ella es ella, es mujer como todas las ciudades.
Montevideo.
(Había caminado, allá, a través de ella con ella de la mano. Libre como sólo se lo es en los lugares amados. Ciudad Vieja, río casi mar, mundo hecho a medida de los hombres). Gente que conversa y da la mano. Gente que es de Onetti, de Benedetti. Gente que opina, gente que se escucha. Montevideanos en Montevideo. Cerveza helada y bien tirada. No pura espuma.
Montevideo, había escrito.
País del alma.
(*) Periodista enviar nota por e-mail | | Fotos | | Feria callejera de Tristán Narvaja, en Montevideo. | | |