Año CXXXVI Nº 49922
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 domingo, 03 de agosto de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-Hablemos, como es costumbre en sábados o en domingos, de cosas importantes, Inocencio, dejemos lo cotidiano, lo insustancial y hablemos del tema pendiente: Dios y los pedidos a Dios.

-Usted dijo ayer que el Dios tal como nos han sugerido que es no existe. Lo dijo en el marco de un inesperado y notorio escepticismo, que seguramente ya ha pasado y yo le pregunté "¿Qué imagen se le ha sugerido a la gente de Dios?"

-El tema es muy delicado y voy a dar una parte de mi opinión al respecto. La primera pregunta a responder es: ¿Dios existe? Mi respuesta es contundente: desde luego que sí, basta para contemplar el firmamento uno noche despejada y saber que hay miles de millones de sistemas solares como el nuestro, en miles de millones de galaxias para comprender que nada comprendemos excepto una cosa: que una esencia superior no sólo creó el universo, sino que lo armoniza eternamente. Luego viene la segunda pregunta, ¿cómo es Dios? En general (y no voy a entrar a considerar los porqués) a través de los siglos algunas religiones han incrustado en el pensamiento colectivo la idea de que Dios es "alguien" o "algo" sentado en un trono en alguna parte del universo, un ser todopoderoso que conduce los destinos de planetas y seres. En el concilio de Nicea, celebrado trescientos años después de la muerte de Jesús, y cuando el cristianismo estaba fuertemente influenciado por el emperador romano Constantino, hubo una fuerte y acalorada discusión sobre quién era en realidad Jesús. Nadie dudaba de que era el enviado de Dios, pero los sacerdotes arrianos, cuestionados por sus pares, se preguntaban si era la propia divinidad o sólo un hombre ungido por ésta para confirmar la ley ya dada a Moisés. En este concilio, y tampoco voy a hablar de los motivos, los seguidores de Arrio perdieron la votación y se instauró un dogma "salomónico", el de la Santísima Trinidad: Cristo era el hijo, al mismo tiempo el Padre (Dios) y el Espíritu Santo. Es decir, y con todo respeto lo digo, con una votación se definió cuestión tan trascendente y se dio por terminada la discusión que había en la iglesia de los primeros tiempos sobre quién era Jesús.

-Pero Jesús en ningún momento, Candi, dijo que era Dios, ¿o sí?

-En efecto. Cuando Jesús le pregunta a Cephas (Pedro) ¿Y quién crees tú que soy? Cephas le responde (y Jesús lo acepta): el Mashiaj (Mesías), que no es lo mismo, naturalmente, que decir Dios ¿Quién es y cómo es entonces Dios? Dios trasciende el "alguien" y el "algo" para constituirse en la luz plena, es decir energía infinitamente omnipotente, omnisciente y omnipresente. Dios es la esencia de la sagrada ley, es la misma ley, que rige toda la creación y por tal motivo es imposible que se le pida modificar la ley en beneficio propio y a costa del desequilibrio de las cosas.

-Es decir que es injusto pedirle a Dios que pase de mí la pena si ello borra la sonrisa de otro ser, es injusto pedirle no morir si con ello se obstaculiza un nacimiento.

-Algo por el estilo, Inocencio. Dios no puede satisfacernos modificándose a sí mismo a cada momento. El es la misma ley instaurada que rige toda las cosas, sin intervención de lo que conocemos los hombres como sentido o razón. Fíjese: Jesús va a ser crucificado y como sabe que es imposible cambiar el orden de las cosas ora de la siguiente manera: "Si te es posible (es decir si con mi pedido no rompes el equilibrio universal) pasa de mí este cáliz amargo (el de la muerte) pero no se haga mi voluntad sino la tuya" (pero comprendo que tu plan no puede estar pendiente de mi vida). Es sencillamente algo maravilloso y ésta debe ser la esencia de la oración cuando se pide algo.

-El otro día hablábamos de esa mujer de buen pasar pero insatisfecha, vacía, que había perdido hasta la pasión por el esposo y que aguardaba a ese algo o alguien que la ayudara a llenar ese vacío.

-Y esos vacíos existenciales tratamos de llenarlos, infructuosamente, siempre con lo mismo: cosas materiales, reclamando amor y pasión y si no lo obtenemos de nuestra pareja nos enojamos y buscamos lo que falta en otra parte. Imaginemos por un momento a un Dios resentido con el hombre porque éste no lo ama. Imaginemos a un Dios que un buen día detiene la creación ¿Por qué no lo hace? Porque el amor es una cosa muy distinta al amor propio y porque Dios (la Luz o energía) alcanza la felicidad amando, creando, sin esperar frutos por ello. ¡Ya sé, ya sé! Inocencio que todos queremos recibir y que nos cansamos de dar. Pero le voy a leer algo que me han enviado unos amigos religiosos de la colectividad judía y sobre lo que debemos reflexionar si ansiamos alcanzar la paz interior: "Los hijos entienden a sus padres cuando ellos mismos se transforman en padres. El hombre comienza a entender al Creador cuando él mismo se transforma en creador, es decir cuando da". Hasta mañana, si Dios quiere, Inocencio.



Candi II



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