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 domingo, 20 de julio de 2003

Análisis: Se doblan, se rompen, ¿se mueren?

Mauricio Maronna / La Capital

La ley de lemas y la dirigencia santafesina parecen haber terminado de consumar otra obra maestra del terror: la explosión en mil pedazos de los partidos políticos.

La descarnada pelea por los cargos, la ausencia de líderes capaces de entender el rumbo de los nuevos vientos que reclama la sociedad y el intento de eternización de los conocidos de siempre en los mismos lugares terminaron por escribir la misma historia.

Si el que avisa no es traidor, ningún lector atento debería sorprenderse por el resultado de este cierre de listas a pura rosca en la capital provincial. Ahí está el PJ con su inveterada capacidad de presentar sublemas como si fueran frutas de estación, con su superclásico reutemismo vs obeidismo clavado en las entrañas y con su ristra de dirigentes dispuestos a hacer creer que la oferta electoral es un tren llamado deseo, cuando en verdad es el símil de otro tipo de convoy: el tren fantasma.

"No están ni Maradona ni Pelé. Lo que ven es lo que hay. El problema no es la cantidad de sublemas, es que no existen candidatos fuertes", se sinceró Carlos Reutemann ante La Capital el miércoles pasado, adelantando el final de la película. La apelación futbolera que hizo el Lole debería servirle para la autocrítica. ¿Acaso utilizó su bien ganada imagen positiva para formar un semillero que abone la construcción de nuevos liderazgos? Lejos de eso, prefirió cerrar filas entre su tropa de mil batallas y esparcir su candidatura a senador nacional en todas las boletas como gesto mínimo para mantener las apariencias de la "unidad justicialista" (eufemismo mayúsculo si uno presta oídos a lo que se dicen en off unos de otros).

También midió los tiempos para hacer notar que sin él en la cancha el peronismo santafesino sería un barrilete en medio de un huracán. El ejemplo más contundente lo dieron los rostros estupefactos de leales y adversarios cuando el gobernador hizo circular una nota que adelantaba su renuncia a la postulación de senador nacional.

"El que no está conmigo está con (Jorge) Obeid", es el mensaje explícito que envía el Lole al doblar el respaldo por Alberto Hammerly, ubicándolo no solamente como candidato a gobernador sino como senador suplente. Confía que bajo el influjo de su campera roja el titular de la Cámara de Diputados dejará de pistonear. "Ahora viene la etapa de descarbonizar el auto, y algo de eso el Lole sabe, ¿no?", dijo en voz muy baja un ultrarreutemista antes de encomendarse al gran elector y mientras en Santa Fe ardían las versiones sobre subas y bajas en las listas.

Desde la vereda de Obeid sueñan con el respaldo absoluto del presidente Néstor Kirchner, cuya figura está hoy más dulce que un membrillar. Recitan una larga lista de funcionarios, y hasta de la primera dama, que desembarcarían en Santa Fe "para levantarle la mano al Turco", como confió ayer a este diario un operador nacional.

Además de nuevas caras (y lejos de todo chauvinismo) resulta un dislate la ausencia de referentes justicialistas rosarinos en la grilla expectable de candidatos a gobernador (Héctor Cavallero es un extrapartidario) y a diputado nacional. "Es fácil echarles la culpa a los patricios de la ciudad de Santa Fe o al Lole, pero la responsabilidad es nuestra. No podemos aspirar a tener un gobernador rosarino si ni siquiera tenemos un proyecto unificado para la ciudad", razona con sinceridad un mítico peronólogo local.

Pero el virus de la ley de lemas sigue siendo demasiado poderoso para las endebles defensas de la UCR y la democracia progresista, históricos partidos de vanguardia en Santa Fe, que hoy se debaten entre la agonía y el dolor de ya no ser.

En el socialismo, el internismo también asomó públicamente durante el congreso del viernes, donde las roscas estiraron el tiempo como si fuera un chicle: "Ya nos parecemos demasiado al peronismo", confesaron varios militantes del PS.

La UCR es un rompecabezas casi imposible de rearmar, que ratificó en la convención de Barrancas su desbarranque. Varios de los dirigentes que calentaron sus gargantas con discursos interminables estuvieron a un tris de terminar a las trompadas, poniendo sobre escena el real estado de las cosas: un partido doblado y roto. Hay radicales con la centroderecha de Ricardo López Murphy, los hay con la centroizquierda de Hermes Binner, pero también están los que se han quedado peleando sin cargos desde sus convicciones. Justo cuando varios de sus correligionarios (que parecían serios y sensatos) vendieron las convicciones por un lugar en la marquesina.

Hasta el PDP es hoy una hoguera que incendia vanidades: primero fueron las gravísimas acusaciones de la diputada nacional María Emilia Biglieri y luego el pase de Carlos Favario al lema de la centroizquierda. Increíble pero real. "Si Carlitos es de izquierda yo soy Mao", chicaneó con saña un correligionario de mil batallas a la diestra de su pantalla.

El culebrón entre el ARI y los socialistas también desnudó la lejanía entre el decir y el hacer. "La vida por un diputado más", pareció ser la consigna, inconcebiblemente prematura de los aristas santafesinos, aunque ahora renieguen de no haberles hecho caso a ciertos pronósticos teñidos de escatología: "Los socialistas ya nos jodieron una vez; nos van a volver a cagar. Son sectarios e intolerantes".

Una vez que las listas estén definitivamente publicadas (entre hoy y mañana), el lector podrá hacer un ejercicio para corroborar o refutar lo que se expone en esta columna: chequear los nombres de los principales candidatos de los partidos tradicionales para cualquiera de los cargos y verificar si alguno de ellos no es actualmente funcionario, legislador, concejal, intendente o lo que fuere.

El lector que acierte y no forme parte de las nomenklaturas partidarias se ganará el derecho a formar parte de un sublema y a aportar al nacimiento de la nueva política.

Eso sí, el premio se hará efectivo en la próxima contienda electoral. Para estas elecciones ya no quedan vacantes.

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