| domingo, 13 de julio de 2003 | Pretemporada Crónica del primer día canalla en las sierras Mauricio Tallone / La Capital El viento sopla su intemperancia con una determinación maquiavélica. El micro que espera en la puerta del gimnasio La Cascada, una cita matinal que será impostergable en esta vida de ocho días que desandará el plantel canalla en Tandil, espera con el motor encendido para que alguno se digne a abordarlo. Tal vez por eso la caminata de a poco troca en previsible y uno a uno, enfundados en gorros de lana y camperas cerradas hasta el mentón, los jugadores de Central se internan en el ómnibus que los llevará a destino a pesar de que el frío de bienvenida les taladre las mejillas más curtidas.
El reporte de la primera jornada de trabajos con la custodia de las sierras tandilenses se desvanece entre la incomodidad que genera saltar de la cama con cinco grados bajo cero y la buena predisposición para no contaminar el hilo de la respiración ni con una queja de disgusto. El profesor Guillermo Cinquetti tiene vía libre para proponer y el grupo acepta gustoso conjugar el verbo cumplir. Eso sí, las parejitas a la hora de ubicarse arriba del micro se polarizan de acuerdo a las afinidades. No extraña entonces que Petaco Carbonari, Vitamina Sánchez y Gustavo Barros Schelotto maticen los cinco minutos de viaje hasta el Tandil Golf Club haciéndoles gestos a la rigurosidad climática, ni que la trouppe silenciosa integrada por Emiliano Papa, Leonardo Talamonti y algunos de los primerizos en el rubro viajes, jugaran al oficio mudo sin el menor reparo. Podría decirse que cada cosa está en su lugar hasta en el mero movimiento de trasladarse de escenario para completar el programa previsto.
Una vez terminada la sesión de aparatos en el gimnasio, donde ayer la premisa fue fortalecer el tren superior, el plantel completó la rutina mañanera con ejercicios de características metabólicas. Mucha resistencia para que el turno siguiente contemple un trabajo superaeróbico envasado en diez pasadas de 400 metros. Luego el regreso a la hostería a ingerir alguna frutita de estación como engaño al estómago, ducha reparadora para relajar músculos y almuerzo minuciosamente digitado por el doctor Pablo Colella cerca de las 12.15. Siesta religiosa hasta las 15.45 y de nuevo a subirse al micro para salir en busca del contacto con la pelota en la quinta de Bárzola.
Ahí sí Miguel Angel Russo repartió pecheras apoyándose en cuatro mini equipos para darle vida a un fútbol informal. De un lado atajaba el pibe Juan Marcelo Ojeda junto al aporte de Carbonari, Leonforte, Ferrari, Vitamina Sánchez y Javier Cámpora. Mientras que de rivales hicieron Castellano, Talamonti, Papa, Gustavo Barros Schelotto, Renzo Ruggiero y Gonzalo De Porras. En otro sector de la cancha, Hugo Gottardi impartió órdenes para los más nuevitos, entre los que sobresalían Mauro Poy, Hernán Encina, Matías Irace y el Tata Acoglanis.
Pero la amistad con la pelota se esfumó enseguida, no llegó ni a coquetear con los besos. El plantel canalla antes de las 18 levantó campamento y enfiló hacia la hostería para entregarse a la sentencia de una sensación térmica más baja que la convivida durante el día, cena y a esperar que se hagan las 23.15 para retirarse a descansar. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Russo le hizo frente a la baja temperatura. | | |