| domingo, 13 de julio de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -En su tragedia, Shakespeare pone en boca de Macbeth, el célebre personaje, una frase que siempre me acompaña: "La vida es una sombra que pasa, un cuento narrado por un idiota que nada significa". Macbeth pronuncia esta tremenda frase luego de la violenta muerte de su esposa y en ella el genio inglés plantea varios interrogantes existenciales.
-¿Cuáles Candi?
-Los más salientes son: ¿Qué es la vida al fin y al cabo? ¿Cómo se ha vivido? ¿Cuándo se ha vivido y cuál es el resultado de la vida? Detrás de las palabras de Macbeth hay todo un planteo existencial. Un planteo que a menudo, y como Macbeth, nos hacemos en las situaciones límite y la verdad es que con mucha frecuencia el planteo se hace cuando ya es demasiado tarde, cuando no hay posibilidades de torcer el rumbo.
-Tiene razón.
-Usted sabe una cosa, cada vez me convenzo más de que hay una fuerza superior, desconocida, misteriosa, inteligente y sublimemente sabia que a lo largo de nuestra vida nos da alertas. He observado incluso en que tal fuerza parece tener más tolerancia con ciertas personas, como si fueran elegidas, a las que le envía más alertas que a otras, como si quisiera recuperarlas para determinada causa.
-Bueno, yo siempre recuerdo al ex presidente de Panamá, Noriega, cuyos biógrafos han contado que al encontrarse encarcelado en Norteamérica le confesó a un sacerdote que Dios había sido particularmente misericordioso con él y se preguntó por qué y para qué.
-Sí, podríamos decir que el caso paradigmático por excelencia es el de Saulo de Tarso, San Pablo, que después de ser implacable perseguidor de cristianos cae de rodillas cuando la luz (Dios) le dice: "Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues?" La historia de Saulo es por todos conocida. A este hombre la iglesia le debe el haberse extendido por todo el mundo. Pero la pregunta es: ¿Hasta cuándo esa fuerza misteriosa y superior es tolerante? ¿Hasta cuando estos elegidos son alertados de que deben cambiar de vida, de que se los requiere para un rol trascendente no sólo para sí, sino para los demás?
-¿Qué cree usted?
-Creo que todo tiene un límite. Que tal fuerza, que usted puede llamar Dios, destino, hado o lo que sea, se cansa y abandona los alertas cuando advierte que el alma convocada no tiene interés en participar del proyecto que básicamente consiste siempre en transformar la vida en algo más hermoso no sólo, como decía, para sí mismo, sino para el entorno. Y esto implica a menudo renunciar a ciertas cosas. El célebre poema filosófico hindú, Bhagavad Gita dice en una de sus partes: "Los goces que nacen de los sentidos son fuente de pesadumbres, comienzan para terminar. El sabio ¡oh Kaunteya! No se deleita en esos placeres". El mensaje es común a muchas religiones. Jesús le enseña a la multitud a no hacer tesoros en la tierra a no desvelarse por ciertos placeres que no conducen sino a la perdición de la conciencia de lo sublime.
-Pero no es fácil, Candi.
-Claro que no, y tal vez sea imposible para muchos lograr eso que los budistas llaman iluminación y los cristianos estados de gracia y que puede resumirse como paz interior. Pero Dios no pide que alcancemos la meta por nuestra virtud (porque ciertamente nuestras fuerzas son escasas), sólo se conforma con que luchemos una y otra vez, que no renunciemos a tal lucha hasta que finalmente El ponga la corona en nuestras vidas por puro amor. Y el camino es el de siempre y se puede resumir en unas palabras que me ha enviado una buena amiga y colega escritas por Mikel Agirregabiria Agirre y que dicen así: "Hay tesoros muy valiosos, pero ninguno tan preciado como la familia, que lo es todo. Y todos disponemos de una familia de la que preocuparnos y que se ocupa también de nosotros: se llama Humanidad. A menudo, no apreciamos lo obvio, lo gratis, lo cercano, lo nuestro... ¡Qué ciegos podemos llegar a ser! ¡Levanta la mirada de este periódico, mira a tu alrededor y sonríe! Comprobarás que la vida es un espejo que siempre devuelva la sonrisa a los más risueños". Yo añadiría que la vida, o esa fuerza desconocida de la que hablaba antes, más tarde o mas temprano, se encarga de devolvernos aquellas cosas que nosotros a través de nuestros pensamientos, palabras y acciones hemos sembrado en el universo.
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