| domingo, 13 de julio de 2003 | Esterilidad: el deseo de tener un hijo Es conocido en la actualidad el alto porcentaje de problemas de esterilidad masculina y femenina que dificultan en muchas parejas la realización del deseo de tener un hijo. Los médicos aclaran que en un tercio de los casos la causa de la esterilidad se atribuye a la mujer, en el otro tercio al varón y en el restante, a motivos mixtos como el estrés y la ansiedad.
Dejando de lado los aspectos atinentes a la clínica médica, y centrándonos en una perspectiva psicológica, consideramos que existen algunas nociones que son fundamentales para introducirnos en esta mirada.
Cuando se habla del deseo se advierte que nace de la separación entre la necesidad (de un objeto específico, con el cual se satisface, en este caso un hijo) y la demanda (que es formulada y es dirigida a otro: hombre, mujer, médico, psicólogo, Dios). El deseo es aquello tras lo cual vamos y corremos, lo reconocemos como una falta, una ausencia, pero que está presente en su insistencia. Lo deseado está presente en quien desea.
El conjunto de la vida de cada persona aparece como modelado, organizado por lo que podría denominarse una actividad fantaseada y aunque en cada uno de nosotros tiene un dinamismo propio, está ligado a esas primeras experiencias infantiles. En el caso de la mujer, en la niñez, el juego de ser madre se presenta como una expresión cultural del rol femenino. En cambio en el varón, los juegos no se refieren al cuidado de "bebotes", esto se refleja posteriormente en la asunción del rol correspondiente.
El adulto no abandona tales fantasías ya sean conscientes o inconscientes, realizadas o imaginadas, asumidas por el sujeto o proyectadas sobre otros (bebés, hijos, animales). Así es posible ver cómo, aunque se pueda percibir y observar correctamente la realidad, está influenciada por fantasías. Esto quiere decir que la fantasía altera constantemente la percepción de la realidad y a la inversa, la realidad ejerce al mismo tiempo un impacto sobre la fantasía.
El largo proceso de búsqueda y de encontrar una salida, nos coloca en una situación de enfrentamiento con la realidad que dan lugar a exposiciones, exámenes, tratamientos y a una multiplicidad de experiencias.
Las parejas que se predisponen a un tratamiento deben pasar por una serie de exámenes y estudios previos. Hay estudios específicos para el varón y para la mujer, los cuales y cada género por su lado, tienen que vencer además de ciertos atavismos ancestrales culturales.
En el varón, el espermograma constituye una herramienta clave para el diagnóstico, para lo cual se requiere obtener la muestra mediante la masturbación. En este hecho hay distintas cuestiones que el varón debe vencer. Por un lado, la falsa asociación impotencia-esterilidad muy arraigada en la sociedad.
Impotencia, esterilidad, no son sinónimos. La esterilidad masculina alude a diversas causas, tales como la deficiencia en la calidad, cantidad de la población espermática, como alteraciones morfológicas que no afectan para nada la potencia sexual masculina, que tiene que ver con llevar a cabo una satisfactoria relación sexual independientemente del logro de la fecundación.
Y por otro, develar el mito de la masturbación como algo peligroso. Según las creencias populares, afecta mentalmente a las personas, produciendo fallas en la memoria.
Desde nuestra cultura, el placer, el goce corporal, toda exacerbación de los sentidos, estuvo durante mucho tiempo vedado y ligado a aquello "que no se debía hacer". Aunque muchas cosas han cambiado resulta interesante que nos detengamos a pensar en qué medida esto a perdurado en nosotros.
En la mujer, los distintos medios de diagnósticos, desde los más simples a los más sofisticados, y otras prácticas quirúrgicas de acuerdo a los requerimientos individuales, provocan alteraciones y malestares físicos, psíquicos y emocionales.
La espera y el desconocimiento sobre qué pasará es la continuación de un camino árido, lleno de incertidumbres, ansiedades, envidia, culpa, angustias, miedos, duelos y depresiones. Mes a mes y periódicamente, la mujer transcurre en forma cíclica por distintos estados emocionales que van desde el desarrollo de angustia, pasando por el duelo concomitante a la llegada de la menstruación; este duelo, tras un período breve de elaboración prosigue en un nuevo comenzar y arremetida hacia el deseo, renovando las esperanzas de concepción. Estos períodos que se repiten, despiertan en la mujer que desea un hijo, un sentimiento de pérdida que va configurando un cuadro psíquico y emocional de duelo.
Angustia y duelo, dos afectos que comienzan a interactuar, horadando la vida anímica y relacional de esa mujer y su pareja. En este caso particularmente, el desarrollo de la angustia, comienza a manifestarse en los días previos a la posible pérdida o menstruación. Los dolores y molestias previas son vividas como señales de alarma frente al peligro de la pérdida. Si este peligro se consuma comienza a predominar la sensación de pérdida del objeto y el sentimiento que este despierta es el duelo.
El duelo que aparece cada mes se asocia a la menstruación como un estado doliente, intenso y como reacción frente a una pérdida. Esta percepción es de naturaleza ideal, porque en realidad el único objeto perdido es el endometrio. A su vez este desprendimiento posibilita la reinstalación del deseo.
En otros casos en cambio, el duelo se desarrolla por la pérdida real de un embarazo.
En este duelo mensual, la mujer sabe bien que la pérdida es la menstruación, lo que no sabe es qué perdió con ella. Si bien este no saber es singular en cada mujer, tiene que ver además con los valores que la cultura impone, con presupuestos sociales sobre la significación que cobra el concepto "hijo", "maternidad", "paternidad".
Después del largo proceso de diagnóstico y por la inmensa carga afectiva y corporal puesta en juego, la pareja debe realizar alguna elección: continuar con la espera de un embarazo biológico en todas sus variedades o comenzar una nueva búsqueda por medio de la adopción o desistir.
El deseo de tener un hijo y de ser padres es un derecho y aunque la ciencia ofrece distintas alternativas, en la sociedad aparece atravesado inevitablemente por el orden económico, y es así como lo más valioso se convierte paradójicamente en aquello que más cuesta y vale.
Marcela Nieczaj y Patricia Sangenito
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