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 domingo, 13 de julio de 2003

El Cazador oculto: equívocos en una noche estrellada

Ricardo Luque / La Capital

La sensación es extraña. Parecida a la que produce un golpe en la nariz. Si se cierran los ojos se ven estrellitas y hay que esperar unos segundos, que parecen años, para recuperar la visión. Es parecida a la que experimentan los actores de Hollywood cuando son bombardeados por los flashes en la alfombra roja. Pero no es igual. Hay que vivirla para contarla, y eso, precisamente, es lo que les sucedió a los asistentes al lanzamiento de "Te conozco Rosario" cuando entraron en el salón donde se presentó en sociedad el nuevo programa de Canal 5. Y, hay que aclararlo, no hizo falta que se gatillara una cámara. Para nada. Tantas y tan rutilantes eran las figuras invitadas al encuentro que sus brillos podían encandilar a un ciego. O eclipsar a un sol, como ciertamente fue lo que sucedió con Susana Rueda. Increíble. Porque, como siempre, dio que hablar. Y no es para menos. Lució un vestido negro ceñido al cuerpo, que insinuaba sus curvas felinas y que, aunque su marido estaba en la reunión, animó a los perros de presa (infaltables en todo cóctel) a que mostraran sus colmillos afilados. A su lado, su coequiper, el historiador Miguel Angel De Marco Jr., que vestía el mismo traje negro que usó para su casamiento, parecía un sepulturero en el entierro de su peor enemigo. No podía parar de reír. Igual que Oscar Fernández Fini que, desde que llegó, anduvo de aquí para allá dando besos y abrazos a cada uno que se le cruzaba en el camino. Y eso que no estaba en campaña. Porque, hay que admitirlo, no hay nada más empalagoso que un político obsesionado por las elecciones. Sonríen, besan a los niños, dicen lo que todos quieren escuchar (sin que nadie les pregunte) y saludan a diestra y siniestra. Todo mientras cuentan mentalmente los votos. Y es así, mal que les pese a los buenos políticos. Ahí estaba Miguel Lifschitz para probarlo. "¿Quién es el pelado?, ya me dio la manos tres veces y no lo conozco", preguntó al voleo un muchacho regordete que daba manotazos tratando de cazar un canapé. "El candidato a intendente del socialismo, ¿quién va a ser?", respondió un jovenzuelo de lentes y cara de entender de política. No se equivocó. La ciudad, empapelada con afiches con el rostro del candidato, avalaban sus palabras.

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