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 domingo, 13 de julio de 2003

Disciplina: se acabó la diversión en la oficina
La autora del libro "De vuelta al negocio" sostieneque no hay que mezclar trabajo y tiempo libre

Se terminó la diversión en el trabajo. La estricta disciplina alemana ha regresado. No más fútbol de mesa en la oficina, no más debates con meriendas ni más reuniones para fomentar mentalidad de equipo en hoteles de las montañas.

"La oficina no es un parque de diversiones", dijo Judith Mair, de 30 años, propietaria de una oficina de diseño de Colonia y autora de un libro titulado "Schluss mit Lustig" sobre la cultura laboral, que se traduce más o menos como "De vuelta al negocio" o "Se acabó la diversión".

Estirando la estrecha falda de su traje azul oscuro, la pequeña rubia se sentó en un sofá de piel en su oficina espartana y explica las reglas que siguen ella y sus tres colegas.

El día de oficina comienza exactamente a las 9 de la mañana y no termina antes de las 6 de la tarde. Trabajar los fines de semana es prohibido. Los empleados visten uniformes de la compañía, se tratan unos a otros de usted y sólo se les permite hablar de asuntos personales en las meriendas.

"Es absurdo elogiar al trabajo como un sustituto del hogar o como un símbolo de condición social, que promete autosatisfacción y diversión. El trabajo es trabajo simplemente y en eso es en lo que tiene que convertirse nuevamente", dijo.

En Colonia, en el oeste de Alemania, surgieron en los últimos años muchas compañías de publicidad e Internet, y a pesar de la debacle de las empresas "punto-com" y la débil economía de Alemania, algunos aún patrocinan actividades extras y después del trabajo para los empleados.


La otra cara
Jan Antwerpes, de 38 años, es uno de los dueños de una agencia de comunicaciones a pocas cuadras de la oficina de Mair. Establecida en una antigua fábrica, la agencia ofrece a los empleados desayuno todos los días y un masaje semanal.

Antwerpes acababa de regresar de un viaje de un fin de semana con alrededor de una docena de sus colegas que incluyó aprender a escalar la cuerda.

"La gente necesita conocerse para comunicarse mejor", dijo. "Si dos colegas aguantan la soga mientras uno asciende 10 metros, eso es en realidad fomentar un equipo. También demuestra a los colegas que son importantes para uno", sostuvo.

Sin embargo, Mair dijo que los días libres son malos para acercar a los obreros y una excusa para hacerlos trabajar hasta el punto del agotamiento.

"Es peligroso mezclar el trabajo y el tiempo libre", afirmó. "Es un sistema totalitario si mi jefe está organizando toda mi vida, desde proveerme el desayuno hasta fijar mi entrenamiento físico. Quiero ser mi propio jefe en mi tiempo libre".

Mair y sus colegas trabajaron en compañías que se ajustaban al modelo de la "nueva economía" antes de fundar su propio negocio en el 2000. Dijeron que no resistían la idea de reflejar la idea de sus firmas vistiendo a la última moda y compartiendo tragos pagados por la compañía en bares populares.

"Uno ya tiene que venderse a los clientes. Eso está bien en las presentaciones, pero uno no quiere estar forzado a hacerlo también en la oficina", dijo la colega de Mair Tanja Poepping.


Uniformes y disciplina
Para contrarrestar las presiones de la moda, Mair y sus colegas usan uniformes de la compañía: trajes azules cuando se reúnen con clientes y azul-gris cuando trabajan en la oficina.

"Alguna gente piensa que los uniformes son ridículos", admitió Mair. "Tuvimos una mala experiencia con ellos. Estábamos en una feria de música pop, todos de traje, y la gente nos preguntaba dónde estaban los baños como si fuéramos recepcionistas", relató.

Mair dijo que sus estrictas normas de trabajo no impiden que la oficina cree nuevas ideas de diseño. Su pequeña agencia provee proyectos de mercadeo a una emisora regional, instituciones culturales y firmas locales.

"Sus normas prusianas no fueron nuestro criterio para emplear la agencia", dijo Christiane Linnarts, jefa de comunicaciones de la sala de conciertos Koelner Philharmonie, para la cual la oficina de Mair está diseñando un folleto para un periódico.

Los valores conservadores de Mair sobre cultura laboral no parecen trasladarse a los proyectos de diseño de la agencia.

Las teorías de Mair han provocado un vivo debate en Alemania desde la publicación del libro a fines del año pasado, pero sus filosofías no parecen haber prendido aún en las firmas alemanas.


El jefe tiene la última palabra
El estilo de Mair se manifiesta en su oficina de dos cuartos, una antigua panadería de Colonia. No hay cuadros en las paredes blancas ni fotografías o artículos personales en los simples escritorios de madera. En un agudo contraste, la oficina de Antwerpes tiene paredes anaranjadas. Los 120 empleados, ninguno obligado a usar corbata, se llaman entre sí "medianautas" un término inventado que alude a sus habilidades para moverse en los asuntos de los medios de difusión.

Los colegas de Mair se tratan entre sí con formalidad por su apellido y las jerarquías predominan la oficina.

Ella dice que no desea que su oficina luzca hogareña, después de todo no es su casa, pero planea hacer una excepción: "Haremos nuestro salón de la fama en el baño, decorando las paredes con artículos sobre la firma".

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El jefe siempre tiene la última palabra.

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