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 miércoles, 09 de julio de 2003

El agua superó el anillo de protección en el sector oeste del casco urbano
Melincué volvió a vivir la angustia de la inundación por una sudestada
"Siempre estamos al borde del abismo y las obras siguen llegando tarde", clamaron ayer los pobladores

Silvia Carafa / La Capital

Melincué.- El agua de la laguna Melincué superó ayer el anillo de contención en el sector oeste por efecto de una fuerte sudestada que alteró el ánimo de la población, anegó un extenso tramo de la principal calle Mitre y obligó a varias familias a dejar sus casas.

El punto vulnerable fue el sector de la defensa que todavía no fue elevado a la cota prevista en los trabajos que se vienen realizando para controlar de alguna manera la peligrosa situación hídrica que vive esta localidad.

El viento comenzó a soplar con intensidad cerca de las 11 de ayer, con ráfagas que hicieron subir en unos 40 centímetros el nivel contra el anillo de protección. El lugar no aparecía como el más crítico a la hora de las prioridades, pero cerca del mediodía de ayer ya había convertido a las calles que lo rodeaban en un espejo oscuro.

Otra vez atrapados por el espanto, los melincuenses vieron avanzar el agua y anegar las viviendas de ese sector; en el interior de las casas más expuestas el agua alcanzó los 20 centímetros. El nivel de anegamiento comenzó a descender al promediar la tarde a medida que amainaba el viento.

El pueblo volvió a tener un aspecto que parece no poder superar definitivamente, a menos que se concreten la obras históricamente prometidas pero nunca realizadas. En las últimas horas del día los restos de la zozobra estaban a la vista. El frío y el cielo nublado presagiaban que anoche más de uno no dormiría porque nadie quiere bajar la guardia, por las dudas. El susto pasaba, pero la bronca crecía. En las puertas se apilaban las bolsas de arena que los bomberos voluntarios seguían repartiendo, las veredas se plagaban de secadores, baldes y alfombras escurriendo y perros mojados, mientras grupos de vecinos relataban una y otra vez su angustia.


Detrás del cementerio
"Nunca pensamos que el agua podía venir por acá, pero dio la vuelta por detrás del cementerio y pasó encima de la defensa que acá es más baja", describían señalando puntos móviles, en el vaivén de un oleaje marrón intranquilizador.

Los domingos, un tractor con un acoplado con asientos, que sale desde la terminal de ómnibus, traslada a quienes quieren visitar a sus difuntos, en medio del barro y del agua.

El agua aprisiona ahora a Melincué como un corsé. Su avance va desdibujando los paisajes. Debajo de un oleaje impetuoso quedó la ruta 90 que comunica con el vecino pueblo de Elortondo.

También desapareció el camino al cementerio. "Acá está prohibido morirse", dicen los vecinos que para una sepultura deben trasladarse a otras localidades.

Ayer una máquina trabajaba a destajo en la defensa que bordea a la zona urbana, pero para los vecinos esos trabajos no son suficientes. La naturaleza por ahora lleva la delantera.

Un mes atrás, después de la visita del gobernador Carlos Reutemann, comenzaron las obras para elevar en un metro los 1.200 metros de la defensa que separa a la masa líquida del pueblo.

"Siempre estamos al borde del abismo, las obras no son suficientes", dijo con angustia el vecino Emilio Picinatto, quien recordó que todavía no comenzó la construcción del canal nivelador por el que esperan hace décadas. "No va a llegar a tiempo, nos estamos inundando sin lluvia, eso da una idea de lo precario de nuestra situación", acotó.

Mientras la angustia caldeaba los ánimos, se trató de controlar la situación con bolsas de arena en el anillo de contención que el agua superó a causa del viento. No hubo clases y la gente acudió en ayuda de quienes tuvieron sus viviendas anegadas durante unas horas. "Quedó un tendal de mugre y ramas", explicaron.

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La ruta 90 volvió a quedar cubierta por el agua.

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