Año CXXXVI Nº 49893
Política
Economía
La Ciudad
La Región
Información Gral
El Mundo
Opinión
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Campo
Educación


suplementos
anteriores
Salud 02/07
Autos 02/07
Turismo 29/06
Mujer 29/06
Señales 29/06
Campo 28/06


contacto

servicios

Institucional

 sábado, 05 de julio de 2003

Editorial
Represtigiar a la Corte

Después de la renuncia del cuestionado Julio Nazareno, la Corte Suprema de Justicia de la Nación enfrenta un futuro tan preocupante como incierto. Si bien la partida de quien simbolizaba en su figura individual el descrédito en que había caído el organismo ante los ojos de la sociedad ha contribuido notablemente a despejar el panorama, aún resta un largo camino por recorrer para que el cuerpo recupere el reconocimiento y el respeto que por naturaleza le están destinados.

En tal sentido, merece ser elogiada la elección por parte del gobierno del destacado penalista Eugenio Zaffaroni para ocupar el cargo vacante. Fundamentalmente porque su elección elimina de cuajo todas las suspicacias de índole política, ya que el abogado criticó en su momento con extrema dureza la reforma constitucional impulsada por Néstor Kirchner cuando era gobernador de Santa Cruz.

Pero, además, la figura de Zaffaroni despierta un consenso prácticamente absoluto en torno a su capacidad y ética. Desde uno a otro extremo del arco ideológico la unanimidad al respecto puede ser descripta, sin exageraciones, como virtualmente total. Apenas se registró una excepción aislada, y se vinculaba con discrepancias de raíz filosófica en torno a una sentencia por un hecho de robo. Es que el jurista se autodefine como garantista y afirma que su concepción del Estado es liberal, no autoritaria. Claro está que tan categórica definición dista de ser compartida por todos. Lo trascendente es que la imagen de Zaffaroni tiene un perfil rotundamente abierto y pluralista, y que sobre él no puede recaer ni siquiera una mínima fracción de las sospechas que terminaron por deslegitimar a su antecesor.

La clave -se insiste- es represtigiar a la Corte, cuyas vinculaciones con el poder político de turno le quitaron todo viso de autoridad moral. La nueva embestida que ahora se suma contra otro de sus integrantes, Eduardo Moliné O'Connor, está embebida del mismo espíritu que las acusaciones contra Nazareno. El objetivo es uno solo y resulta impostergable: devolverle al cuerpo colegiado su intachabilidad perdida.

De eso depende, nada menos, la calidad de nuestra democracia.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados