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 domingo, 29 de junio de 2003

Claves de un crimen. Entrevista con uno de los detenidos
Un chico que parece incapaz de entender el daño que provocó
Se llama Juan, tiene 16 años y demuestra carecer de noción sobre los hechos que lo tienen como protagonista

Hernán Lascano / La Capital

El chico surge en el salón de visitas de la comisaría sexta, saluda con voz ahogada y se sienta. Queda hundido en un estado de ausencia en el que permanecerá los veinte minutos que durará el contacto. Es flaco aunque de contextura fibrosa, de extremidades largas, mide uno ochenta aproximadamente. El pelo corto renegrido, los ojos castaños, el rostro macilento y los pómulos hundidos son semejantes a los de otros adolescentes suburbanos, aquellos que en variados boliches locales no gozan del derecho de admisión. Viste ropa limpia que le alcanzó su madre el día anterior y por eso luce aseado. Lleva campera negra de paño con cierre hasta el cuello, un pantalón azul y zapatillas de lona.

Tiene 16 años, se llama Juan y desde el lunes pasado, junto a un amigo de su barrio, está preso por el homicidio de Carla Palma. Su casa está a dos cuadras de la esquina de San Juan y Sucre, donde admitió haber intentado detener a Carla para robarle la moto. Allí vivió siempre con su madre, que está separada de su padre, un albañil que vive en otra zona de la ciudad. Tiene tres hermanos: dos varones de 20 y 18 y una mujer de 22. Los dos chicos tienen antecedentes penales y el mayor está en prisión. Su mamá tuvo después otras dos nenas, de 5 y 3 años, con una pareja posterior con la que tampoco cohabita.

Es claramente desconfiado y cerrado al diálogo. Pero la impresión general que ofrece es que, más que hacerlo por desdén o desafío, tiene dificultades objetivas para comprender lo que se le dice. Aún cuando las preguntas sean elementales, como datos de su identidad o de su familia, las respuestas llegarán siempre imprecisas y luego de vadear largas demoras.

Su recuerdo del colegio lo mueve a hablar un poco. Dice que repitió el primer grado en la escuela 112 pero que alcanzó a cursar hasta sexto en una escuela que identifica como "El Piojito" y que según comenta queda en Santa Fe entre Carriego y Sucre. Enseguida hablará de su mamá, única persona de su familia a la que tendrá presente en todo el diálogo. Dice que ella sola mantiene con su paga a la familia. "Le limpia a una señora que vive cerca de mi casa", explica.

Hay un nuevo silencio arrastrado cuando escucha el pedido de que describa cómo es un día suyo. "Me levanto como a las 11 y tomo unos mates con mi mamá. Me quedo en casa, voy a hacer los mandados y después comemos. A las tres y media o por ahí salgo a la calle. Vuelvo a la noche, a eso de las diez y media".

Su ficha de antecedentes tiene tres anotaciones en las que figura como imputado. La primera es un intento de robo del 5 de abril y la segunda es una acusación de encubrimiento del 29 de mayo, ambas de este año. La tercera es por el homicidio de Carla. Asegura que no fuma marihuana ni toma pastillas u otras drogas, algo harto común en los menores en conflicto con la ley, y refleja cierta molestia al oír la pregunta. "Solamente tomamos cerveza. Antes de ir al baile, con otros cuatro chicos tomamos ocho o nueve porrones".

Cuenta que le gustan las motos de baja cilindrada, "las zanelitas", que aprendió algo de mecánica por estar cerca de chicos del barrio que tienen sus motitos y que siempre quiso tener una. En una ocasión lo logró pero salió todo mal. Dice que con su amigo A., el otro chico implicado en la muerte de Carla, compraron una que resultó ser robada y que la policía se las sacó. Explica que la plata para comprarla la había conseguido trabajando en changas como peón de albañil ayudando a su padre. Pero su relato naufraga y se vuelve confuso si tiene que referir aspectos del trabajo o los lugares donde lo hizo. "Fue en pueblos de otra provincia", murmura distante.

Muy poco despierto, su incapacidad de entender el daño que causó no parece fingida: la impresión es que por serias limitaciones de comprensión no tiene noción de que se hubiera producido una muerte y de que su acción tuviera que ver con ese tremendo resultado. Asume sin negar que quiso robar una moto hace seis días, pero queda perplejo cuando se lo vincula con el homicidio porque, para él, jamás estuvo en su cabeza la intención de matar a nadie. A eso lo refrenda varias veces preguntando lo mismo. "¿Cuándo me voy a mi casa?" "¿Qué van a hacer conmigo?"

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Los detenidos están en una cárcel de menores.

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