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 domingo, 29 de junio de 2003

La otra cara del default
Un grupo de alemanes titulares de la deuda pública argentina quiere saber qué pasará con sus bonos

Maria Laura Aráoz / La Capital

Son más de 200 señores y señoras entrados en edad, un promedio de 70 años. Ellos se han puesto el traje que llevan en ocasiones oficiales o cuando la gravedad de la situación lo exige, como la de la reunión en la señorial sala de la Cámara de Artes y Oficios de la ciudad alemana de Hamburgo.

Vienen a escuchar a un economista, catedrático y asesor del Congreso de Estados Unidos, que busca convencerlos de que les entregue sus bonos quebrados de la deuda pública de Argentina, un país que les supo reportar ganancias nada despreciables.

"La idea es simple: concentrar el poder negociador de los ahorristas privados para mejorar su posición. No va a haber igual trato para todos. No hay marco legal que obligue al país a hacerlo", explica Adam Lerrick al inicio de una gira informativa por Alemania.

Lerrick es la cabeza visible de la Agencia de Reestructuración de Bonos Argentinos (Abra), fundada por una veintena de bancos europeos para reforzar la posición negociadora de los pequeños ahorristas ante el Estado argentino y dar cauce a la incertidumbre que les infunde la suerte de sus inversiones en el sureño país.

Flanqueado por ejecutivos del segundo banco alemán, el Hypovereinsbank, y de la Asociación de Protección para los Propietarios de Valores en Alemania (DSW), Lerrick trata de exponer con la mayor sencillez posible las presuntas ventajas de unirse a esta iniciativa privada y onerosa, que incluye, por supuesto, también sus servicios.


La agrupación de los acreedores
"El verdadero poder de la ABRA radica en que sin su consentimiento, Argentina no podrá reestructurar su deuda, porque, por ejemplo, no podrá volver a pedir dinero en los mercados de capital", dice el economista sobre la entidad que ya representa a acreedores privados en Europa Central con un volumen de más de 1.000 millones de dólares y coopera con iniciativas similares en Italia y Japón.

Las preguntas le llueven al estadounidense, muchos creen que es el camino indicado, pero tampoco faltan los comentarios críticos. Un señor se queja de que con unir fuerzas no es suficiente y urge por formas más contundentes de presionar al gobierno argentino. "¿Y si le entablamos juicio?", inquiere, mientras Lerrick desaconseja inmiscuirse con la Justicia argentina. Otro trae anotados los datos de sus títulos y se lo muestra a Lerrick en busca de consuelo. Varios citan información de la prensa argentina, pertrechados con dossiers de prolijas fotocopias.

"¿Cuál es el porcentaje mínimo que quieren sacar para nosotros?", quiere saber otro. Lerrick no quiere garantizar, pero asegura que propondrá una extensión de los plazos de vencimiento e intereses más bajos pero sin que se toque el valor nominal de los títulos. Otro, más ingenuo, pregunta ante las risas del auditorio: "¿Si quiero vender mis bonos, quién me los compra, Argentina u otros interesados?"

Durante dos horas escuchan con paciencia. Son gente de clase media, no parece que estén mal económicamente, pero tampoco tienen aspecto de querer tirar manteca al techo. "Yo tengo poder para un amigo que tiene 200.000 euros en bonos argentinos -comenta un joven que toma nota febrilmente:, está desesperado".

Todos coinciden con Lerrick en que habrá que aceptar pérdidas, pero no saben cuántas. "Mire, yo no creo que saquemos mucho con esto. Encima, si las negociaciones se estiran demasiado hay que pagarle a esta gente una tarifa cada tres meses para que negocien en nuestro nombre. Qué se le va a hacer, es un Mercedes Benz menos", se resigna un señor, mientras que por detrás sentencia una mujer: "Con los bonos de Ucrania tuvimos más suerte".


Escepticismo sobre el futuro
Tras el encuentro con los tenedores de títulos de la deuda pública argentina, Lerrick se manifestó escéptico sobre las negociaciones para la firma de un acuerdo de mediano plazo que entablarán próximamente el gobierno de Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI). "No significa demasiado. Si efectivamente llegaran a un acuerdo de mediano plazo, eso facilitará la reestructuración de la deuda para todos", señaló el estadounidense.

"Si Argentina y el FMI no llegan a un acuerdo, la reestructuración será casi imposible. Si llegan a un acuerdo de corto plazo, seis a ocho meses, esto lo complicará, pero no lo hará imposible", explicó Lerrick, quien espera poder iniciar en septiembre las tratativas con Argentina y completarlas en seis meses, si el gobierno argentino está verdaderamente interesado.

El economista no quiso aventurar su pronóstico personal sobre los resultados de la primera ronda de negociaciones del nuevo gobierno argentino presidido por Néstor Kirchner con el organismo internacional. "Creo que Argentina espera conseguirlo, pero el problema radica en si el gobierno argentino estará dispuesto a aceptar las condiciones del FMI. Y no conozco la respuesta", precisó.

Lerrick se felicitó del hecho de que Argentina hubiera aceptado a la Abra -que entretanto habla en nombre del 30 por ciento de los acreedores privados de Argentina- como interlocutor oficial, pese a que las autoridades argentinas aseguran que habrá trato igual para todos, sean grandes fondos o pequeños ahorristas.

El economista admitió de manera tácita que los ahorristas privados están preparados para aceptar una quita. "Es lo que pasa en los mercados financieros. Si se invierte en algo y hay pérdidas hay que aceptarlas. Se tratará de minimizarlas, pero están", advirtió. "Tenemos que ver cuál es la capacidad de sustento de la deuda, cuánta deuda puede tolerar la economía argentina. Depende de cómo se comporte la economía argentina, que está volviendo a funcionar bien", resumió.

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En Alemania los ahorrístas también reclaman.

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