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 sábado, 28 de junio de 2003

Una estufa a querosén provocó un siniestro en Necochea al 2700
El acto de arrojo de un joven salvó la vida de una anciana en un incendio
Un mecánico de 25 años rescató a una mujer que había quedado atrapada por las llamas en una habitación

Eduardo Caniglia / La Capital

Tiene las manos engrasadas por su contacto cotidiano con los motores de autos. Habla con sencillez, pero todavía no parece que asumió en su verdadera dimensión el acto de arrojo que protagonizó. Dice que no tiene alma de héroe pero su gesto convocó el interés periodístico. Este mecánico de 25 años no dudó cuando escuchó los gritos desesperados de una vecina clamando por ayuda. La casa de la anciana de 85 años ardía en llamas y entonces Sebastián Ballesteros entró a la vivienda de Necochea al 2700 y con gran decisión rescató a la mujer de las llamas mientras su compañero de trabajo, Pablo Fortunato, de 25 años, apagaba el fuego con extinguidores.

Ya eran las 11 y hacía media hora que Sebastián y Pablo reparaban automóviles en el taller mecánico de Necochea 2727 cuando el paso rápido de varios vecinos y los alaridos de una mujer pidiendo agua los inquietaron. Los dos muchachos presumieron que se había desatado un incendio y con extinguidores corrieron en dirección a la casa situada a pocos metros, en Necochea 2745.

En ese inmueble vive Noemí Farías, de 85 años. El derrame de una estufa a querosén provocó un incendio y la habitación se calcinaba casi al mismo tiempo que el fuego devoraba el colchón donde estaba acostada la anciana. Como pudieron, los mecánicos caminaron en medio de una densa humareda que los envolvía. Desde un rato antes el hijo de la mujer, Juan Carlos Colomado, de 50 años, intentaba en vano sofocar el foco ígneo con agua y en realidad, como el líquido no era suficiente, alimentaba más las llamas.

Entonces, Pablo tomó el lugar del familiar de la mujer. Echó mano a un matafuegos y comenzó a apagar el incendio. El aire se había tornado irrespirable. Los jóvenes no podían avanzar y los gritos de auxilio no cesaban. Hasta que Sebastián decidió que no había otra alternativa que "jugársela". "Me mandé y encontré a la señora de casualidad", comentó con naturalidad Sebastián.

En forma instintiva y con la vista nublada por el humo negro atravesó la pequeña pieza. "Como vi que a quince centímetros del suelo el fuego no era tanto, me arrastré sin saber dónde estaba la mujer", explicó el muchacho.

Los gritos de Farías suplicando por ayuda hacían que el muchacho no se rindiera en su casi frenética búsqueda. Sólo sus manos lo guiaban hacia la anciana, que ya había sido alcanzada por el fuego. Después, Sebastián se levantó y caminó hacia ella. Un rato después supo que la desesperada búsqueda había llegado a su fin cuando "tocó" el cuerpo de la desfalleciente anciana, que estaba parada al lado de la cama, contra la pared. "La mujer tampoco podía salir porque no podía pasar por el pasillo porque es muy chiquito".

En ese momento, una sensación de alivio y satisfacción lo invadió. Había logrado rescatar a Noemí cuando parecía que iba a quedar atrapada entre las llamas. El mecánico la alzó en sus brazos y la llevó al garaje descubierto del inmueble cuando ya estaba asfixiado.

Con quemaduras en la cara, Noemí fue llevada al Hospital de Emergencias y después quedó internada en un sanatorio privado. Su hijo también fue alcanzado por el fuego. Ayer habló con los medios con su cabeza y sus manos vendadas después de ser atendido en el mismo centro asistencial. "Como estaba ahogado, me dieron oxígeno y me pusieron una inyección porque estaba a punto de vomitar", explicó el muchacho.

Hace cinco meses que Sebastián y Pablo abrieron el taller en el barrio San Martín. Este mecánico "de alma" decidió comenzar "de lleno" con este oficio después de trabajar como cadete y arreglar "una y mil veces" sus motos. Y sólo dice que sintió una sensación "linda" cuando rescató a la mujer.

Aunque niega que se crea un héroe, sus actitudes para auxiliar a personas en situaciones límite parecen contradecirlo (ver aparte), aunque en todo momento repite que lo que hizo lo hubiese hecho "cualquiera" mientras arregla un Peugeot 405 en la tarde gris y nublada.

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Sebastián no dudó en socorrer a su vecina.

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