La última vez que los vecinos de la villa vieron a Rodolfo Emilio Sosa fue la tarde del domingo, poco después de las seis. El hombre era de irse a la cama temprano porque "tiempo atrás había conseguido trabajo y estaba contento porque le iba a poder comprar ropa a su hija", contó Romina, una chica de 14 años cuyo padre solía reunirse a diario con Sosa a "escuchar chamamé" y lo llevaba como invitado a las fiestas familiares. "El tomaba pero no se metía con nadie. No buscaba líos. Era una buena persona", coincidieron los vecinos. Sosa había nacido en la ciudad santafesina de San Cristóbal pero vivía en Rosario desde la juventud. "Empezó a vivir con mi mamá cuando yo tenía 3 años. Para él yo era un hijo más y mis hijos eran sus nietos. Los iba a visitar los fines de semana y les llevaba golosinas. Era una excelente persona. Cuando tomaba se ponía cargoso, pero nunca agresivo", contó Sergio Acosta, quien aseguró que Sosa tiene una hija de unos 20 años que vive en la zona sur de Rosario.
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