Año CXXXVI
 Nº 49.873
Rosario,
domingo  15 de
junio de 2003
Min 16º
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Rosario desconocida: Mágicas luces de vitraux

José Mario Bonacci (*)

El empleo del vidrio horneado o moldeado a fuego se remonta a los ancestros de la historia. Más acá de aquellos tiempos, en un momento que se puede ubicar alrededor de diez siglos atrás respecto de nuestros días, florecieron en la Europa medieval los denominados "vitraux", cuya máxima expresión de uso se localizó a partir de entonces en las grandes catedrales, especialmente en Francia, Inglaterra, Alemania.
La técnica de combinar trozos de vidrio de formas y tamaños variables formando con ellos composiciones visuales de tipo naturalista o no, y luego montados a través de un emplomado flexible también trabajado a fuego, llega a su máxima expresión con el perfeccionamiento. Las ciudades pudieron admirar piezas de tamaños descomunales para aquellos tiempos, sutiles y espléndidas, sirviendo de cierre a las perforaciones en el cuerpo pétreo de las catedrales, tiñendo con sus colores el interior sombrío de las mismas y dando un nuevo sentido cargado de misticismo al milagro del espacio y de la luz gótica.
La Edad Media había llegado a su máximo esplendor constructivo a través del "milagro de la piedra". No se necesitan más palabras para enfrentar al lector con una maravilla de la historia. Simplemente hay que tener el placer de caminar los interiores de Chartres, Notre Dame, Reims, Amiens, por citar sólo ejemplos franceses, o caminar por las universidades de Cambridge u Oxford en Inglaterra. Con eso basta, para afirmar que está todo dicho.
Luego con el avance de los siglos y la aceleración de los tiempos, la arquitectura continuó su camino para resguardar en su memoria universal otras necesidades compositivas, otros momentos históricos generadores que dieron nacimiento a transformaciones estilísticas, nuevas oportunidades de sorprender y marcar contundentemente la capacidad infinita de la inventiva humana, llegando a incidir en el mismísimo movimiento moderno y sus antecedentes inmediatos.
Un ejemplo, es fundamentalmente la ciudad de Barcelona con el denominado modernismo catalán y del cual quizás su figura más emblemática sea Gaudí, acompañado por un coro de otras figuras rutilantes; o Víctor Horta en Bruselas a través del art noveau y tantos otros ejemplos diseminados por el mundo entero.
En toda esta marcha, el arte del vitraux con mayores o menores variantes de ejecución, fue dejando su marca. Y también lo hizo en estas tierras.
Los ejemplos que pueden visualizarse en la ciudad, obviamente no pueden alcanzar la importancia de lo comentado hasta aquí. Pero debe ejercerse la responsabilidad de incentivar la necesidad de conocerlos, porque son nuestros, porque caminamos a su lado diariamente, porque integran con otros valores la conformación misma de nuestro ambiente urbano y porque de alguna manera heredamos todo aquello a través de las corrientes inmigratorias que aportaron artistas, técnicos y mano de obra que germinaron en la asimilación de otros que tomaron la posta hacia el futuro, se formaron en nuestras universidades y talleres de producción para plantar su semilla en esta Rosario, la ciudad más italiana de la Argentina, que aceptó ofrecer su cuerpo de piedra para que otros sonidos, otros ritmos y otros idiomas se integraran a su piel.
Hay infinidad de ejemplos distribuídos en nuestras calles. Variadas iglesias, incluida la Catedral, edificios públicos, sedes institucionales, comercios, residencias privadas. El máximo momento emocional es conocerlos cuando se recorre la ciudad despreocupadamente y la casualidad aporta su picardía para "gozarlo" casi con la inocencia de un niño.
Por ejemplo, elevar la vista hacia lo alto en el interior de la ex tienda "La Favorita", o recorrer por dentro el Club Español y saber que aquello es una herencia local del modernismo catalán generado por Antonio Roca, o subir la escalera del Liceo de Señoritas "Bernardino Rivadavia" en bulevar Oroño y enterarse que el magnífico vitraux de su rellano fue fabricado en Munich para ser instalado en el edificio cuando era la residencia de la familia Recagno.
En el propio interior de esta "casa", donde todos los días se concibe y se arma el material de edición de La Capital, existen piezas magníficas, la mayor de ellas oficiando de lucernario elevado, con motivos que aluden al poderío económico de la ciudad, en tiempos en que supo ganarse el título de "capital de los cereales".
Y a propósito de esto, el Palacio Minetti que nació justamente para ser la sede de una empresa cerealera en aquellos mismos días, exhibe en su cuerpo de puro estilo art decó, un vitraux que acompaña la elevación de la escalera principal y caja de ascensores en toda la altura del mismo.
Los senderos del cementerio El Salvador sorprenden con piezas más pequeñas pero no menos expresivas insertas en la composición de algunos panteones familiares de factura notable. Y como cierre de esta nota, no debe faltar un merecido homenaje de recordación a la firma Buxadera Hnos., que a la sombra de su origen catalán fue la de mayor prestigio en la responsabilidad de agregar la alegría del color a través de los vitraux que se pueden descubrir recorriendo la ciudad.

(*)Arquitecto
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