"Leer es fundamental, Argentina". Con ese slogan, el programa de la Fundación Leer, con sede en Buenos Aires, desembarca hoy en Rosario para trabajar con docentes de cinco escuelas de bajos recursos. Es que los integrantes de esta fundación aseguran que un 70 por ciento de los estudiantes que terminan el secundario no entienden lo que leen y están empeñados desde hace seis años en echar mano a más de una estrategia para revertir ese porcentaje.
¿En qué consiste el programa? "En trabajar con los maestros la idea de que los chicos se vinculen con los libros. Donaremos en Rosario 1.550 textos que elegirán los propios docentes. Y a fin de año cada uno de los 500 chicos a los que llegaremos a través de distintas actividades se llevará tres libros a su casa", contestó a La Capital la directora de la fundación, Patricia Mejalelaty.
La fundación está integrada por empresarios y profesionales que sostienen que los jóvenes ingresan al mercado laboral y a los estudios superiores con "serias dificultades al momento de leer y escribir". Mejalelaty explicó que un convenio con "Reading is Fundamental" (la fundación más importante de lectura en Estados Unidos) le permitió a Fundación Leer aceitar estrategias de lectura para que los chicos "se conviertan en lectores el resto de su vida". Es decir, que puedan recurrir con idoneidad a la palabra escrita cuando busquen información, estudien o simplemente quieran pasarla bien.
De Ushuaia a La Quiaca
Las escuelas locales elegidas para poner en práctica el programa a partir de este año son la Nº1.319, Nº1.276, 1.090, Nº57 y Nº773. Sus docentes se reunirán hoy a partir de las 9.30 en Gaboto 450. Estos establecimientos se suman a otros cientos que desde Ushuaia a la Quiaca (hace tres años que trabajan en Cabo Esperanza) han recibido libros nuevos. "Contamos con el aporte económico de Banco Río para comprar textos. Ya hemos entregado 500 mil libros a niños de comunidades de bajos recursos y situación de riesgo. Y también sumamos actividades: crear rincones de lectura en las aulas, alfabetizar a madres adolescentes de bajos recursos para que trabajen con sus hijos desde que son bebés y maratones de lectura entre las escuelas, entre otras tantas", enumeró Mejalelaty.
Tanto ímpetu en favor de la lectura obliga a plantear un interrogante: ¿Por qué hay que leer? Mejalelaty lo responde sin medias tintas. "Un especialista de la lectura, Daniel Penac, dijo alguna vez que leer es como el verbo amar, no acepta imperativos. Y concuerdo con él. No es obligación leer, pero sí es importante que todo el mundo tenga la posibilidad de descubrir qué se siente en contacto con un libro. Y además, en este siglo XXI, donde la información se obtiene en gran medida por la palabra escrita, es innegable la necesidad de estar alfabetizado y de la mejor manera".
Para que no queden dudas de lo importante que es promover la lectura en Argentina, Mejalelaty sacó a relucir más estadísticas. "Este año se realizó el estudio internacional (Pirls) que evalúa la capacidad de lectura de alumnos de 4º año de la EGB. De entre 35 países, Argentina se ubicó en el puesto 31. Detrás sólo quedaron Irán, Kuwait, Marruecos y Bélice. Además se sabe que mientras en Estados Unidos un niño lee un promedio de 15 libros al año, un francés lee 10, un colombiano tres y uno argentino sólo accede a menos de uno en el mismo lapso".
En rigor, el problema de la falta de lectura de libros por parte de los chicos le preocupa a más de un adulto. Algunos sostienen que esa es la razón por la que los jóvenes tienen cada vez más faltas de ortografía o se expresan mal oralmente. Mejalelaty da algunos consejos (ver aparte) y remarca que la lectura por sí misma "no garantiza subsanar los problemas ortográficos si no hay alguien que trabaje con el chico las estrategias para escribir bien".
Por eso considera fundamental el trabajo con los docentes y sobre todo recomienda: "Los adultos preocupados por la falta de lectura de los jóvenes, antes que nada tienen que leer ellos mismos y ayudar a los chicos a vincularse con los textos. Por leer más, muchos niños que apenas pueden expresarse generan diálogos más ricos, discriminan qué les gusta leer y qué no, y hasta se animan a poner en práctica un derecho de todo lector: decir no quiero leer y argumentar por qué".