Año CXXXVI
 Nº 49.863
Rosario,
jueves  05 de
junio de 2003
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Escuela Itatí, un ejemplo del drama de la inundación

Están acostumbradas a la adversidad. Llevan años pagando de su sueldo la luz, el teléfono y los útiles. La biblioteca y hasta, a veces, los remedios del botiquín. En la escuela Nuestra Señora de Itatí del barrio Centenario pasa lo mismo que en las otras muchas de Santa Fe a las que el río Salado profanó sin misericordia.
Pero es en esta escuela -a la que asisten unos 300 chicos de familias en su mayoría extremadamente pobres- sus maestras están dispuestas a volver a insuflar el aire vivificante que dejan con su esfuerzo y parte del sueldo. Los tres metros de agua que se estacionaron dentro del edificio durante más de diez días (además de las casas de todos sus alumnos, gran parte muy precarias) no amedrenta a la directora Marta Hernández de Salvadores y a las 35 docentes que allí dan clases y han convocado para este lunes a sus alumnos.
"No tenemos nada, pero no vamos a dejar de dar lo único que nos sobra: las ganas de enseñar y contener a nuestros niños", dijo la directora al contar que el lunes próximo darán clases "como sea" en la capilla San Jerónimo. Sabe que de los 300 sólo irán unos 200, los restantes aún permanecen evacuados y no pudieron regresar aún porque sus casas están inhabitables. En ese barrio de calles de barro, al borde de las autopista, el Salado no hizo sino agravar a niveles superlativos los padecimientos de la pobreza. Esa misma que lleva a muchos de sus chicos a concurrir a la escuela sólo para comer. Pero hoy el comedor es el más comprometido y las maestras no saben si podrán volver a hacerlo funcionar. Esa miseria es la que con dolor las hace convivir con la deserción. "Nuestra matrícula varía siempre. Van y vienen conforme tengan que ir a rebuscárselas con sus familias". Hoy la escuela está siendo reparada por el gobierno, y está en etapa de pintura pero adentro no queda nada: no hay bancos, útiles, tizas, ni pizarrones. La biblioteca, los cuadernos, los lápices, nada queda. Ni un remedio ni una ropa para abrigar a quienes -ahora que comenzaron las temperaturas con sensaciones térmicas bajo cero- llegan casi desnudos. Pero sobran ganas y corazón para seguir arremetiendo contra la adversidad sin importar cuán dura sea.


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