"Yo lo único que sé es que la gente no es culpable de nada. Y ahora que pasó todo, alguien se tiene que hacer cargo. Aunque sea que traigan chapas o algo, porque acá no viene nadie, lo único que hacen es sacar la mugre", demanda Diego Ribas mientras una cuadrilla municipal trabaja en la esquina de su casa en la recolección de las toneladas de basura arrojada por los vecinos a la calle. También confiesa que le preocupa el futuro de sus padres que tienen que comenzar de cero casi a los 60 años. "Yo mal que mal con mi trabajo voy a poder recuperar un montón de cosas. Pero acá hay mucha gente que gana 150 pesos que le pagan cuando quieren y que perdió absolutamente todo". Y parece no tener consuelo cuando recuerda que además de todo el daño el agua removió una profunda herida que nunca terminará de cerrar en la familia Ribas: "A mis viejos ni siquiera les quedaron las fotos de Juan José", comenta Diego antes de despedirse en referencia a un hermano que hace diez años fue asesinado de un balazo por unos asaltantes cuando viajaba a bordo de un colectivo en la capital santafesina.
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