Año CXXXVI
 Nº 49.859
Rosario,
domingo  01 de
junio de 2003
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España: ¡Viva la blanca paloma!
La gran romería andaluza en homenaje a la Virgen del Rocío mezcla lo religioso y lo festivo

Baldomero Huete

El próximo domingo se celebra en España la fiesta de la Virgen del Rocío, en la aldea del mismo nombre, muy cerca de Almonte, en Huelva (España). Allí, más de un millón de personas acuden atraídas por la gran romería donde se dan los dos extremos, el religioso y el festivo. Por su fama mundana, ya ha traspasado las fronteras de España, porque como toda fiesta auténtica evita la frivolidad y su alegría se basa en la bondad. Es un grito de fe, un llanto de amor y esperanza acompañada por el tamboril y la dulzaina.
A esta romería peregrinan cerca de cien hermandades, algunas de lugares muy remotos de España, las que cuando el cielo comienza a clarear y ya con el frío de la madrugada emprenden la marcha hacia las rutas del rocío. Durante el camino, las paradas son para el cante y el baile, la gran pasión de los andaluces. Cuando llega la noche y a través de los árboles se filtra el resplandor de las hogueras. Las llamas al elevarse dan a la noche la sensación de la fiesta del fuego, que los celtas celebraban en el mes de mayo por el solsticio del verano. El rasgar de las guitarras, las canciones rocieras y sevillanas, se entremezclan con el golpeteo de las castañuelas en continuos bailes ¡No hay descanso!
Durante toda la semana llegan los peregrinos a la aldea en carretas cubiertas de flores tiradas por bueyes o tractores. Con enjaezados caballos, en coche, en ómnibus, o simplemente caminando por los polvorientos caminos llenos de arena y sol, humildes y anónimos peregrinos de todas las edades, entre palmas, complas, cohetes y vivas a la Virgen, como los demás, llegan a la explanada del Rocío, donde se encuentra la nueva ermita de la Virgen (comenzada en 1963).
Los reyes de España don Juan Carlos I y doña Sofía, visitaron la ermita en septiembre de 1992 y en junio de 1993, lo hizo el papa Juan Pablo II.

Origen de la fiesta
El rey Alfonso X "El sabio" en 1270 ordenó convertir un templo árabe almohade en capilla cristiana, donde se coloca una escultura gótica, la que años más tarde se empieza a venerar con el nombre de aquellos parajes: Santa María de las Rocinas. Entre los almonteños, poco a poco fue creciendo la fama de la imagen de las rocinas que en junio de 1653 se la nombra virgen patrona de Almonte. Cambiado ya su nombre por el de Virgen del Rocío y la imagen de acuerdo a las nuevas concepciones, comienzan las celebraciones en su honor y se acuerda celebrarla una vez al año cada domingo de Pentecostés. Esta peregrinación anual se convierte en la actual romería. En junio de 1919, el cardenal de Sevilla coronó a la imagen. La atracción y el ritmo del crecimiento de la romería no se detendría.
Según la leyenda entre la espesura del monte, en un lugar llamado Las Rocinas, un cazador alertado por los ladridos, pudo ver como una paloma blanca, perseguida por los perros, se introducía en el hueco de un olivo salvaje llamado acebuche. Creyendo cobrar una presa, metió la mano en el hueco y en vez de la paloma, que había desaparecido, encontró una imagen... Como el lugar donde encontró la Virgen está situado entre los pueblos de Almonte y Villa Manrique, ambos se disputaban el honor de poseerla.
Ante la disyuntiva y de acuerdo a las costumbres, uncieron dos yuntas de bueyes a una carreta que tiraban en dirección opuesta. Ante la igualdad de fuerzas, ninguna yunta logró avanzar en ninguna dirección, interpretándose como el deseo de la Virgen de permanecer en aquel lugar.

Peregrinación
Antes del amanecer del lunes de Pentecostés, los almonteños se congregan en multitud en torno a la ermita y penetran a la misma. Es decir, la asaltan, suben por las verjas con una demostración de fuerza salvaje para hacerse con la imagen de la Virgen. Entre golpes, aplausos, vítores y lágrimas, todos quieren llevar el peso de la Virgen sobre sus hombros.
Ya con los claros del día, la Blanca Paloma recorrerá durante ocho horas las casas de las distintas hermandades rocieras que hay en la aldea, rodeada por una multitud exaltada y llena de devoción, hasta que la Virgen es introducida en su capilla.
Cuando amanece el martes se suceden los últimos rezos ante la Virgen. Es el día de despedida. Atrás queda el lunes de Pentecostés. La aldea almonteña del Rocío después de días de encuentros, rezos y alegrías, vuelve a su cotidiana normalidad.



Los peregrinos viajan a Huelva desde toda España.
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