Hoy, hace 25 años, comenzaba en la Argentina un sueño que iba a dar mucha tela para cortar por todos los entretelones políticos que hubo alrededor: la esperanza de ganar el Mundial 78, que detrás tenía toda la historia del proceso militar y la triste pesadilla del tema de los desaparecidos.
Ese día, el 1 de junio de 1978, el gobierno militar había decidido dar asueto, a partir del mediodía, a toda la administración pública para que la gente corriera a sus casas a ver por canal 7 la fiesta inaugural.
Se trató de una larga y colorida fiesta que incluyó a numerosas delegaciones escolares, previo al aburrido partido entre Alemania, campeón en el 74, y Polonia, que terminó sin goles y fue dirigido por el argentino Angel Coerezza.
Las tribunas del estadio de River Plate, que había sido uno de los remodelados para el evento, no estuvieron esa tarde colmadas, lo que permitía observar claramente los grandes afiches con el emblema oficial: ese que según todos, aunque no se podía decir, "recordaba los brazos levantados de Perón, abrazando a una pelota, que era el Mundo".
La fiesta había tenido un simulacro de organización cuatro años antes, en octubre de 1974, cuando en el estadio Monumental de River Plate, se enfrentaron Argentina y España (1-1) por la Copa Hispanidad.
Las fotografías de esa época muestran como mudo testimonio un hecho, que más allá de la añoranza, nos pega con la realidad actual un duro cachetazo.
Esa jornada previo al partido un grupo de escolares levantó en el medio del campo de juego del estadio Monumental una larga bandera con la leyenda "Bienvenidos a la Argentina Potencia".
Nuestro país había conseguido la designación de sede del Mundial 78 durante el gobierno del general Agustín Lanusse, cuando muchos dudaron de su posible realización por la cantidad de obras que se necesitaban.
Durante el gobierno de Héctor Cámpora, y posteriormente el del general Juan Domingo Perón, comenzó a trabajar la primer comisión organizadora y, posteriormente, se creó la Comisión Nacional de Apoyo al Mundial, que designó, en medio de una dura lucha de intereses políticos y económicos las cuatro subsedes del torneo: Rosario, Córdoba, Mar del Plata y Mendoza.
Un "golpe" de suerte
Con el golpe militar de 1976 pareció que todo se derrumbaba y a pesar de que deportivamente se trabajaba con bastante seriedad a las órdenes del técnico César Luis Menotti, las obras de infraestructura no avanzaban y el Mundial parecía algo difícil de concretarse.
Pero la necesidad de brindar a todo el mundo una imagen que permitiera contrarrestar las voces que se alzaban por violaciones a los derechos humanos y campos de detención fue mayor y el gobierno militar decidió darle empuje a las obras.
El tema fue muy controvertido y, hasta diez años después de la realización, el fiscal de Investigaciones Administrativas, Ricardo Molinas, estaba detrás del tema de lo gastado por el tan mentado Ente Autárquico Mundial (EAM) 78.
El ente estuvo presidido en principio por el general Oscar Actis, asesinado por la guerrilla en agosto de 1976, luego por el general Antonio Merlo, y contó con la vicepresidencia del almirante Carlos Lacoste, a quien muchos sindicaron como el "ideólogo" del Mundial.
Su superior entonces, el almirante Emilio Massera se embarcó en una dura controversia con el ex secretario de Hacienda Juan Alemán, quien siempre objetó la cantidad gastada en las obras del Mundial.
El EAM 78 gastó en total una cifra que alcanzó, según las estimaciones de aquella época, algo más de 500 millones de dólares.
Pero, sin embargo, no se puede negar que muchas de esas obras perduran y que, lamentablemente, no son usadas con la intensidad que se podría hacerlo, tal el caso de los estadios mundialistas de Córdoba y de Mendoza, a los que se debería sacar hoy día mayor provecho.
También River, Vélez, Rosario Central y el ahora denominado estadio José María Minella de Mar del Plata, se beneficiaron con el despliegue de fondos para su remodelación y construcción.
Por otra parte, aquella época se caracterizó por una campaña instrumentada por el gobierno en el que tema de los desaparecidos pareció estar por encima de todo y las calles y lunetas de los automóviles exhibieron carteles con el lema "los argentinos somos derechos y humanos".
Sin embargo, en Europa las críticas y versiones de las desapariciones por cuestiones políticas no cesaban, aunque en nuestro país se sumblimaran.
A punto tal fue la cosa que el astro máximo del fútbol holandés, Johan Cruyff, anunció su retiro del seleccionado naranja para no tener que viajar a la Argentina.
Las presiones de siempre
Pero las presiones políticas para contrarrestar esos hechos fue tan grande que una revista deportiva de distribución masiva en la época, hoy un tanto devaluada, publicó en la primera página de una edición extraordinaria, el 30 de mayo de 1978: "Que la verdadera realidad argentina, tan malintencionadamente distorsionada en algunos países, sea bien conocida y comprendida".
Más allá de las cuestiones políticas y sus manejos, el sueño estaba en marcha y todo un pueblo estaba expectante de lo que hacían los 22 jugadores argentinos que las órdenes de César Luis Menotti esperaban en la Fundación Natalio Salvatori, su lugar de concentración.
Después vinieron 25 días de sufrimientos hasta la final con el poderoso seleccionado de Holanda, la explosión callejera, la euforia y el éxtasis por un triunfo deportivo, que pareció un sueño del que ningún argentino quería despertar, aunque muchos no viéramos que atrás había una pesadilla... (Télam)