El Concorde aterrizó ayer 17.45 hora local en el aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle, a las afueras de París, donde le esperaban cerca de 15.000 personas que quisieron presenciar el final del último vuelo comercial de este supersónico de Air France, después de 27 años de actividad. El vuelo AF-001, último trayecto transatlántico del Concorde abierto a pasajeros, había despegado del aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York.
El aparato tocó suelo en París 3 horas y 30 minutos después, de las cuales 2,36 horas las realizó en vuelo supersónico, para lo que consumió 80 toneladas de combustible.
En total, 79 personas habían reservado un asiento para este último vuelo transatlántico del supersónico. Entre ellas, una estadounidense llamada Turi Josephson, había incluso pagado un billete (aproximadamente unos 10.000 dólares) para su perro, Romeo, un pastor australiano de 2 años y medio, instalado en la cabina.
En el momento en que el aparato comenzó su descenso hacia el aeropuerto de París, el comandante Jean-François Michel habló a sus pasajeros: "No olviden que la próxima vez que vuelen de Nueva York a París, el vuelo durará seis horas más".
"Es impresionante que el vuelo no esté completamente lleno. Decidí ayer (viernes) por la mañana viajar. Me dije: esto existe ahora y quiero formar parte de esta aventura", se decía Pamela Golbin, una de las pasajeras. En ese instante, el comandante declaró: "Excepcionalmente por este vuelo, sobrevolaremos París y Roland Garros".
Miles de nostálgicos de la que fue en su día "joya de la corona" de la aviación comercial franco-británica se dieron cita en el Charles de Gaulle para observar el aterrizaje del aparato Sierra Delta, en un vuelo que entra ya en los anales de la historia de la aviación francesa.
Con lágrimas en los ojos
"Para nosotros, este avión ha representado siempre la materialización de lo inalcanzable", aseguró el subdirector de Air France, Pierre-Henri Gourgeon.
"Ahora se terminó, esto es muy duro", afirmó por su parte uno de los pasajeros, que desempeña un alto cargo en una empresa francesa y tenía lágrimas en los ojos. En el aeropuerto, fanáticos del Concorde agitaban banderas rojas, blancas y azules, pero también portaban crespones negros en señal de luto.
Cuando el Concorde tocó la pista norte de Roissy, entre el ronquido inmenso de cuatro reactores en propulsión invertida, decenas de vehículos aceleraron, con los faros iluminados, hacia el supersónico.
El gran aparato redujo la velocidad y pasó ante la verja donde se agolpaban miles de curiosos. Jean-François Michel detuvo el avión y bajó ligeramente la parte delantera de la cabeza del Concorde, en señal de saludo.
En el interior del aparato, Caroline Cadier, jefe de cabina, tomó el micrófono. "Ustedes son magníficos y el Concorde es también maravilloso. Lo que ustedes acaban de vivir, nadie lo vivirá de nuevo", aseguró, emocionada.
Air France y British Airways anunciaron el pasado 10 de abril la interrupción de la explotación del Concorde a finales de octubre del 2003 debido a los altos costos de mantenimiento y la escasa demanda de billetes. Air France decidió poner fin a sus vuelos desde el 31 de mayo.
El aparato supersónico, con capacidad para transportar a 92 pasajeros en Mach 2 (velocidad de crucero de 2.300 kilómetros por hora), realizó su primer vuelo de prueba sobre Toulouse (sur de Francia), el 2 de marzo de 1969, antes de que Air France y British Airways comenzaran a realizar vuelos regulares en 1976.
El Concorde nunca se recuperó de la catástrofe del 25 de julio del 2000, cuando un aparato de Air France se estrelló dos minutos después de su despegue del aeropuerto Charles de Gaulle. Ciento trece personas murieron en la tragedia.
Tras varios ajustes técnicos, el Concorde reanudó sus vuelos el 7 de noviembre del 2001, pero los aparatos de las dos compañías sufrieron desde aquella fecha nueve accidentes durante sus vuelos, ninguno de ellos grave, pero todos ellos preocupantes. (AFP)