San Gregorio. - Productores afectados por las inundaciones en la cuenca de La Picasa manifestaron cierto malestar tras el anuncio del gobernador Carlos Reutemann -la semana pasada- de iniciar de inmediato las largamente esperadas obras de regulación de la laguna de Melincué. "Parece que la única manera de que se haga algo es que el agua llegue a nuestros pueblos y tengamos que hacer anillos de contención con bolsas de arena", dijo Omar Maurizi, miembro de la Asociación de Productores Rurales del Sur de Santa Fe.
Es que el problema de la laguna La Picasa -espejo de agua que según el gobierno provincial ocupa 37 mil hectáreas y según algunos productores de la zona, 50 mil- tiene su origen en 1976 y los sucesivos gobiernos provinciales no pudieron encontrarle solución. A pesar de que se hizo una obra -conocida como la alternativa norte- de más de cinco millones de dólares para desagotarla hacia la laguna El Chañar y de allí al río Salado (Buenos Aires) pero no se puede utilizar porque lo impide un recurso de amparo interpuesto por los bonaerenses.
Los productores inundados quieren soluciones urgentes como la que el gobernador anunció en Melincué. Incluso muchos en esta zona vinculan la perfomance del candidato presidencial Adolfo Rodríguez Saá (fue el más votado en el departamento General López) con sus promesas sobre la rápida solución a este problema. Tampoco se manifestaron muy de acuerdo con la llamada alternativa sur, una obra que desagotaría la laguna atravesando territorio bonaerense hasta la bahía de Samborombón.
"Es un error creer que con estas obras los problemas se terminan en tres meses", dijo Jorge Furno, un productor de Diego de Alvear con más de mil hectáreas bajo agua.
La asociación de productores rurales asegura que la solución real y definitiva del problema tiene dos puntos clave: la inmediata puesta en funcionamiento de la alternativa norte y agilizar las opciones de desagote a través de los arroyos del Medio y Pavón hacia el Paraná.
"Reventando por abajo"
Otro punto que indica la gravedad de la situación -en el que no suelen coincidir productores y técnicos de Hidráulica- es el de la altura crítica de las napas. "La Picasa está reventando por abajo", dicen en la zona en referencia a la inmensa cantidad de hectáreas con las napas a 40 centímetros, o bien anegadas por charcos, o bajo el riesgo de ser devoradas para siempre por el espejo de agua.
Entre estas últimas hay pueblos como San Gregorio y Diego de Alvear que, no obstante, ya sufren algunas consecuencias. Por ejemplo, el edificio comunal de Diego de Alvear está en peligro ya que cuenta con un sótano en el que el agua está a 40 centímetros del techo. Ya se notan problemas en el 70% de las casas de esta localidad.
En tanto, en San Gregorio dos escuelas presentan problemas aún sin solución; las paredes de la parroquia presentan grietas y se levantó el piso en la nave derecha y también hay problemas en el edificio comunal. Al respecto, muchos coinciden en que si la laguna baja cuatro metros, también lo harán las napas en las zonas rurales y urbanas. Pero nadie en la zona se anima a aventurar qué es lo que quedará en esta región si ello llegara a ocurrir; temen que los daños sean irreparables aun cuando baje el agua y que la vida en la zona -migración mediante- se haya reducido hasta desaparecer.