Año CXXXVI
 Nº 49.854
Rosario,
martes  27 de
mayo de 2003
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La intensidad del melodrama en una puesta innovadora y atrevida
Tangokinesis presentó "Operatango" en El Círculo
La compañía que dirige Ana María Stekelman brilló en un espectáculo que fusiona la ópera y el tango

Rodolfo Bella / La Capital

El tango es un clásico demasiado contundente en el imaginario argentino. El riesgo de abordarlo para resignificarlo es tan grande como la tentación de hacerlo. La coreógrafa Ana María Stekelman asumió el desafío hace más de diez años con su ballet Tangokinesis. Pero no hizo sólo eso, sino que además lo fusionó con la ópera, otro género intocable. Y ese precisamente es el interés del espectáculo "Operatango", que se presentó en un única función en el teatro El Círculo.
Uno de los puntos de contacto de los dos géneros es que son relatos con soporte musical, por lo que tango y ópera pueden identificarse genéricamente como melodramas. Por esa razón "Operatango", en tanto espectáculo-fusión, es un hallazgo conceptual, que además añade cierto carácter popular común a los dos.
La mixtura no se da por la suma lineal de dos estilos con determinada empatía entre sí, sino como el resultado de una mirada que fusiona desde el conocimiento profundo de las dos disciplinas, de las cuales, sin embargo, resguarda la singularidad individual. Otro rasgo que distingue a la puesta es la eficiencia y el respeto por el trabajo que se ponen en evidencia en escena y que no están reñidos con el humor, que aparece de manera regular y en perfecta convivencia.
La coreógrafa creó en "Operatango" un nuevo modo de entender el dos por cuatro que amplía los márgenes de un género y que es parte del folclore nacional. En las coreografías no hay movimientos redundantes y los pasos son la prolongación de una idea o de sentimientos de atracción y rechazo tan caros al tango.
Así ocurre también en la danza desde su punto de vista formal, donde el contemporáneo y los pasos de milonga confluyen en un único canal expresivo, sanguíneo y apasionado, ya sea en una pausada aria de Haendel o una trepidante interpretación de la orquesta de Francisco Canaro.
La puesta en escena tiene un ritmo interno que recurre a la reiteración de secuencias, como la coreografía "Clase" que se repite en tres oportunidades. Allí una bailarina reitera su rutina de entrenamiento, en la cual deja entrever como una autómata sus obsesiones de perfección.
El contrapunto con los dos músicos en vivo, en bandoneón y flauta, y la caricaturesca interpretación de su trabajo acercan del humor en una de las escasas ocasiones en que la palabra también forma parte del espectáculo.



El cuerpo actúa como una prolongación de la música. (Foto: Marcelo Bustamante)
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