Por el escenario del Patio de la Madera, durante el fin de semana, pasaron las bandas y los solistas invitados, más allá de los grupos que concursaban por el Pre La Falda. Ahí también se notó la diferencia de estilos, desde ese swing violento y oscuro de la Rosario Smowing hasta el reggae fiestero de La Gringa. Pero nada quedó sobre el escenario cuando subió Coki Debernardi, que borró todo de un plumazo. Coki presentó una versión minimalista de sus Killer Burritos: dos guitarras y batería (sí, sin bajo), una especie de post power trío aplastante. Con ese formato sometió a "Mirtha de regreso" a una versión punk. Y eso fue para empezar. Después vinieron clásicos de Punto G, "Joselito" cantada con una voz quebrada, completamente sincera, y otro cover deforme de "Mejor no hablar de ciertas cosas". Un solo comentario corría por los pasillos del Patio de la Madera: "Acá Coki es el único que tiene una actitud rockera". Para Gonzalo Aloras (que ya no juega más de local y parece un "invitado de Buenos Aires") no fue un buen negocio presentarse después de Coki y sus Killer Burritos. El guitarrista de Fito Páez apostó por lo contrario: una banda nutrida y una puesta que, al lado del despojado fuego anterior, parecía superproducida y hasta fría. Sus canciones (toda una promesa) no se lucieron entre esos arreglos recargados. Al día siguiente los fans del rock más puro y el blues se hicieron un festín con el doblete de El Vagón y La Bonzo Blues Band. Fuera de la sede central, en el Parque de España, los grupos del sello Planeta X mostraron el costado más jugado y experimental del festival.
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