Pedro Romero y José Romero (*)
Las inundaciones en la ciudad de Santa Fe constituyen una de las catástrofes más importantes de la historia nacional. La situación supera en demasía la imaginación que nos puede suscitar la peor de las imágenes televisivas. En una Argentina acostumbrada a los "impactos noticiosos" puede que algún despistado suponga que la cuestión se resuelve por el simple movimiento de ascenso y descenso de las aguas. Es cierto, las catástrofes admiten diversas dimensiones temporales. La desesperación del momento y la reacción mediática. Las pantallas de los televisores divididas en dos: mostrando de un lado el renacer de hombre russoniano naturalmente bueno -y en este caso solidario- y en la otra mitad del santafesino hobbesiano convertido en "lobo natural" que defiende lo último de su subsistencia en la terraza de su casa con una arma en la mano. ¿Cuál es la Argentina? Posiblemente las dos. Solidaridad y subsistencia... pero esto es la coyuntura. El problema más serio de las crisis -y aún más las de tamaña magnitud- está ligado a la larga duración. Aquí hay que discutir dos cosas fundamentales: la primera está ligada a la lógica instrumental o logística, esto es: el ordenamiento de la reconstrucción material de la ciudad, incluido el "mientras tanto" relativo a la salud, la vivienda y la educación de los afectados. No hay duda que las acciones, compromisos y hasta comentarios cotidianos giran en torno a esta cuestión que resulta a las claras fundamental. La segunda, pareciera ser menos importante y hasta olvidada. La misma se relaciona con la necesidad de pensar que lo social no es una construcción asimilable a una simple arquitectura que se soluciona con reconstruir lo destruido. El problema es un tanto más complejo. La inundación no sólo se llevó casas y muebles sino también el sentido de pertenencia, la historia y con ella también el futuro. Por ello, la reconstrucción también está ligada a la necesidad de explicar lo inexplicable, de dotar de sentido el "sinsentido", de orientar la desolación; en definitiva la reconstrucción está ligada necesariamente a la política. La catástrofe encuentra salida sólo en la política, nos guste o no el término. ¿Merece Santa Fe su Giuliani o sólo es prerrogativa neoyorquina?, ¿puede esperar Santa Fe su Eva Perón o sólo fue historia en San Juan del 1944 y del peronismo fundacional? (Ver recuadro). Las cifras de las inundaciones y otras de las cuales más vale olvidar conducen y ponen de manifiesto en nuestro país la proporción del esfuerzo futuro. Fatiga que requiere ser organizada y conducida por la política. No existe reconstrucción sin sacrificio, sin renuncia o sin militancia. Este último término creíamos haberlo eliminado de las conceptualizaciones políticas, es más, todavía le encontramos un cierto regusto setentista emparentado sueños de cambio social. Qué bueno es pensar con Kant que: "El sentimiento sublime surge ante lo informe, indeterminado, ilimitado de la naturaleza. El entusiasmo es el sentimiento sublime que surge ante esos acontecimientos históricos y produce una tensión de fuerzas que vigoriza el alma". Es esta tensión posiblemente lo que demande la política. Mal que nos pesen la crisis y las catástrofes, no se administran desde paradigmas ya perimidos. Ha llegado el tiempo de la política, aunque espante. Administrar la crisis es imposible. Confundir administración con política va rumbo al pasado, aunque algunos no se hallan dado cuenta. (*) Licenciados. Docentes de la UNR
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