Abíbal Fucaraccio / Ovación
Se sacó los miedos. Luego de un duro debate intrínseco comenzó a aparecer ese emblemático espíritu plazón, ganador y voraz que permanecía sedado por anacrónicas autoexigencias. Lo cierto es que Atlético del Rosario ayer ganó otra vez, volvió a ser contundente en su reducto y en grandes pasajes del segundo tiempo practicó un rugby de alto vuelo con el inconfundible sello de su marca registrada, fiel a su historia, a su estilo y a ese potencial que aguardaba adormecido, pero dispuesto. Por todo esto Plaza consiguió una terminante victoria sobre Champagnat por 58 a 13 en un encuentro correspondiente a la 8ª fecha del torneo de la Unión de Rugby de Buenos Aires (Urba). Así, acentuó su ingreso al pelotón de los que clasifican a la Zona Campeonato y perfiló con más autoridad los rasgos de un equipo en franco crecimiento, que recuperó su autoestima y que elevó notablemente la cotización de sus aspiraciones desde hace quince días. El primer parcial de ninguna manera hizo pensar en un holgado desenlace. En los cuarenta iniciales ambos equipos se prestaban la pelota, no eran claros en la conducción y carecían de profundidad en sus movimientos. Los locales tuvieron a su favor un claro dominio territorial aunque chocaban con la eficiente marca de la defensa de Champagnat que cerraba los posibles caminos hacia su ingoal. Sólo a los 20', un penal de Torno que rebotó en uno de los verticales pudo desorganizar a la visita. Allí Okas muy atento recuperó la pelota y Federico Castagna apareció por la punta para lograr la única anotación de un período intenso y muy disputado. En el arranque mismo del complemento, Gonzalo Tomaghelli marcó su try y puso a la visita apenas a un punto. La potencia de Martín Durand se hacía sentir alrededor de las formaciones pero esa tibia amenaza se esfumó en pocos minutos. Es que al excelente tercera línea del seleccionado argentino le falta compañía de nivel y eso quedó crudamente expuesto. A partir de allí surgió Plaza. Los forwards rosarinos mejoraron sensiblemente en la obtención, el traslado de la pelota fue más rápido y prolijo por parte de los medios y los backs se floreaban en cada ataque con lujos de pura escuela rosarina. Con la complicidad de lo inesperado, Atlético se transformó en un conjunto tremendamente incisivo, vistoso y letal. En él se destacaron Federico Castagna que tuvo una tarde soñada ya que con su convicción y velocidad mostró el sendero de la victoria local -su habilitación con un rever para el try de Weitemeier fue una exquisitez- y Joaquín Todeschini, que fue otro de los abanderados que se animó con su talento a abrir huecos en la estructura rival que se agrandaban a medida que caían los minutos y los tries de Plaza. De esta manera, después de mucho tiempo, la claridad de un triunfo tajante logró que se multiplicaran las sonrisas en el pasaje Gould, que se vistieran de absoluta justicia los aplausos del final y que retornaran a su hogar los sueños de grandeza que se habían extraviado en las primeras jornadas.
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