Año CXXXVI
 Nº 49.847
Rosario,
martes  20 de
mayo de 2003
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Memorización del olvido o la Constitución del recuerdo
" ...Pero el hombre que filosofando lleva delante la antorcha, busca lo justo, sabe, en su desilusión y esperanzas, que depende de aquello que escapa a su conocimiento". Karl Jaspers

Anibal I. Faccendini (*)

La memoria es necesaria, imprescindible, es la sustancia de la razón. Sin ella en nuestra cotidianeidad se tornaría imposible la convivencia, el no acordarse de lo que se hizo recién, de lo inmediato o mediato de nuestro venir y devenir.
Se necesita de la memoria para querer, para odiar, para conocer, para aprender y enseñar, para amar, para construir, para salvar y salvarse, etcétera. Es inescindible la memoria como guía de nuestros actos, como motor de la razón. No se puede razonar sin la memoria de los hechos reciclados en procesos. La recordación de las cosas y de las personas hace posible gran parte de los sentimientos.
El recuerdo es la película, la razón, los protagonistas.
La memoria colectiva, sumatoria, no lineal, de los recuerdos individuales en un momento determinado, nos indica los consensos a que arriba una sociedad de lo que se va a recordar y lo que se llevará la amnesia popular. Ello, bajo la influencia del poder estadual y no estadual, que tratará siempre de imponer la tabla de hechos a recordar. En muchas situaciones, la memoria cede ante el terror, el dolor y la miseria para dar lugar al "olvido" de los hechos y de las ideologías, etcétera, permitiendo al sujeto tener una sobrevivencia que, de acordarse de lo que fue o no, se permitiría responder a la nueva situación o bien quedaría inmovilizado. La desmemoria permite identificarse, en este caso, con el poder en desmedro del desposeído o la víctima.
El terror es el mayor disolvente del sujeto, es el veneno que diluye el recuerdo del presente y de su pasado. La memoria nos marca nuestra identidad, lo que somos y a veces adónde vamos; en definitiva, es el basamento aun de los sentimientos básicos, del amor y también del odio.
Resulta paradójico ver en acontecimientos de la humanidad cómo la memoria cede por el oportunismo de poder o por la sobrevivencia biológica o política. Muchos ciudadanos alemanes se identificaron con el poder nazi sin reparar en las atrocidades que planteaban en su ascención política o del "mal sin pasión" que proclamaban los nazis y olvidándose a su vez de las enseñanzas de sus grandes filósofos y de siglos de cristianismo. A la dictadura militar argentina, muchos buenos vecinos la apoyaron, aparte de instituciones y partidos políticos: para ello memorizaron el olvido de las atrocidades de ese presente y de lo que habían hechos los militares en el pasado. Es bien cierto lo que plantea Hugo Vezzetti en su obra "Pasado y Presente", al decir: "... la dictadura no sólo puso a prueba a la sociedad y sus dirigentes sino que, en general, sacó a la luz y puso en acción a lo peor de ellos..."; fue necesario olvidar para estos actores años, siglos de humanismo y cristianismo, según los casos. También el pragmatismo y el oportunismo fueron directrices para que estos dirigentes olvidaran sistemáticamente los valores no sólo del Estado de Derecho, sino también los que hacen a la dignidad humana.
Se sabe que el heroísmo como la santidad por definición son escasos, pero ello no quita que se exija el imperativo de la decencia y sensatez de la memoria. Se necesita de una sanción del olvido y un premio al acordarse de lo sucedido. Theodor Adorno decía algo así como que el olvido y el perdón son planteados generalmente por los victimarios y no por las víctimas. Los victimarios, los autores de la violación legal, necesitan imperiosamente de la amnesia de los otros, para garantizar su impunidad. Una sociedad que no tiene memoria en decencias mínimas y en culpas propias y ajenas es porque ha elegido la lumpenización de sus relaciones y el camino de la decadencia. No hay decencia de derecha o izquierda, hay hombres justos o injustos. No es sano soportar la militancia de la amnesia y la memorización del olvido.
La Constitución nacional es el plexo legal que nos señala el conjunto de recuerdos y valores mínimos que nos tenemos que acordar, valga la redundancia, para no olvidar que hicimos hace tiempo un contrato social por el cual vivimos en sociedad y que todos los seres humanos tienen el derecho concreto e inquebrantable a la dignidad.

(*) Abogado, mediador. Titular de la Asamblea por los Derechos Sociales


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