 |  | Editorial Otra vez los atentados
 | Una nueva ola de atentados terroristas se ha desatado en la última semana dejando como resultado numerosas víctimas fatales y heridos. Todo parece indicar que la guerra preventiva llevada a cabo hasta el final por Estados Unidos en Irak, lejos de hacer reflexionar a los grupos fundamentalistas, les ha dado nuevos bríos. A la tremenda ferocidad con que el grupo Al Quaeda operó en Riad, Arabia Saudita, tradicional aliado norteamericano, causando oficialmente 34 muertos, le siguió luego Casablanca, Marruecos, donde los ataques suicidas apuntaron a la Casa de España, país aliado en la guerra, arrojando 41 muertos. Y, desde el sábado pasado, otra seguidilla de cinco atentados tuvo epicentro en territorio israelí, produciendo al menos 12 muertos, con lo cual también quedó imposibilitado el acercamiento entre el primer ministro Ariel Sharon y el premier palestino Mahmud Abbas, en lo que se consideraba el último plan de paz internacional. Evidentemente, la lucha por reducir a los grupos terroristas es mucho más compleja de lo que se piensa en algunos círculos de los poderes centrales. Un gran despliegue militar en un país puede derrumbar un régimen y dar una fuerte lección a otros estados y a sus líderes, pero no alcanza para mitigar las fuerzas fundamentalistas, que generalmente se mueven sobre escenarios cambiantes y marcando sus propios tiempos en cada acción que realizan. Frente a ello, se requiere imperiosamente una política de acción sensata y comprometida para desenmascarlos, tanto por parte de los gobiernos involucrados como de aquellas organizaciones políticas y sociales en las que los fanáticos a menudo encuentran conexiones, sustento ideológico y encubrimiento. Al mismo tiempo, resulta imprescindible no cometer nuevos errores que generen un mayor resentimiento y sed de venganza. Tal como se desprende de lo ocurrido en territorio iraquí a poco de haberse dado por terminadas las acciones militares. Por el contrario, en la medida en que los principales referentes políticos comiencen a dar señales de comprensión de las demandas de sus opositores y logren afrontarlas con un plan concertado, pese a los actos de sabotaje, es probable entonces que se comience a reducir el campo de acción de los terroristas. Ahora, la Liga Arabe acaba de sostener que mientras Sharon esté en el gobierno será difícil hallar un camino a la paz. Desde luego, bajo este concepto será también más que arduo hallar una tregua a corto plazo.
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