Alejandro Cachari / Ovación
Tarde o temprano iba a suceder. Demasiada diplomacia para tan poco crédito. Mucho aguante con exigua remuneración. Y la recomendación no directa de Grondona. La relación con la prensa, una de las deudas de Marcelo Bielsa, según el mandamás de la Asociación del Fútbol Argentino. Más allá, o más acá, era previsible que el entrenador montara en cólera y descerrajara toda su batería contra lo que él considera una cofradía repleta de intereses que intenta someterlo en beneficio de sus preferidos. Pasó mucha agua debajo del puente y las partes son irreconciliables. Pero más vale tarde que nunca. El DT de la selección mayor anunció una conferencia de prensa en la que supuestamente se tratarían temas vinculados con el partido de mañana ante Uruguay, pero poco de eso se habló allí. La bomba cumplió su tiempo y explotó en medio de chicanas y conceptos muy duros que fundamentalmente apuntaron a Eduardo Castiglione, representante de Olé en Ezeiza. Se sabe que para Bielsa no es demasiado grato exponer como si se tratara de un orador, pero conoce perfectamente que el puesto que ocupa requiere de ciertas resignaciones que pueden afectar el límite de sus convicciones. Ya en la era Passarella, el entrenador, si bien es probable que no lo haya hecho público, estaba en un todo de acuerdo con la determinación que tomaron los futbolistas de no hablar con el periodismo. Su concepto sobre los medios es bastante transparente, le cuesta una enormidad disimularlo, aunque hasta aquí había ganado esa batalla. Lo bueno es que ya no quedan cosas por aclarar. Lo malo es que toda la prensa parece involucrada en estas cuestiones denunciadas por el entrenador. Bielsa defiende las conferencias de prensa como método ideal e igualitario para el trato periodístico. De esa manera, aborta uno de los mecanismos comunes a todos los personajes públicos: decir que sí o que no a las entrevistas especiales. En buen romance, evita las presiones. Hoy recibirá varias respuestas directas al mentón y otras solidarias. Aunque parezca descarnado y poco solidario son las reglas del juego. Entre otras cosas, el DT de la selección debe darles su lugar a los periodistas, más allá de lo que opine de todos y cada uno de ellos. A los que cree profesionales y a los que considera enemigos.
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