Nora K. tenía una casa para alquilar en Necochea al 2300 y creyó que era mejor hacerlo por su cuenta para evitar intermediarios. Elida P. respondió al aviso. Tenía aspecto de buena inquilina, y presentó una garantía que parecía insospechable: Eugenio I. Pero las cosas no fueron como pensaba. Elida P. pagó solamente un mes, ocupó la casa durante un año sin abonar alquiler, impuestos ni servicios, la destrozó y la abandonó sin aviso cuando ya corría en su contra un juicio de desalojo. Para Nora K. no sólo fue lucro cesante, sino gasto puro. Es que cuando quiso ejecutar las garantías, la propiedad de Eugenio I. tenía ya tres embargos, el primero a los dos días de firmar el contrato de alquiler. "Vive un año en cada casa, sabe que es el tiempo que dura el desalojo", cuenta Nora K. después de haber investigado la trayectoria de la inquilina. Antes, había hecho lo mismo en una propiedad de Pellegrini al 3500. Y hasta se acuerda de que el oficial de Justicia que fue a ver la casa para comprobar el estado en que la había dejado ya estaba al tanto del modus operandi de la misma persona. Elida P. también había usufructuado de otra garantía ofrecida, en apariencia, de buena fe, a la que pagó el favor con un cheque sin fondos. Cuando dejó la casa de Nora K., le alquiló otra en San Lorenzo al 4400 a Adriana T, que hoy recuerda: "La pude sacar hace un año con un abogado. Ahí me enteré de que la garantía que usaba era comprada. Pagó un mes y nunca más", rememora. Sara de K. tiene 80 años y pasó por una experiencia similar. Alquiló un departamento a Mónica B., que presentó dos garantías: su hermana docente, que apenas si respondía con su sueldo, y otra a la que no pudieron ejecutar. La misma Mónica B. le dijo a la propietaria que ni se tomara el trabajo de accionar contra la garantía porque era comprada. A la mujer le extrañó que esta operación se hizo a través de un agente, que le dijo que habían sido víctimas de "la fatalidad". Tal cual lo averiguó La Capital, ese operador, Roberto S., no está anotado en la Cámara de Empresas Inmobiliarias. A Nora K. le indigna que no haya una legislación que permita un desalojo expeditivo. "Para recuperar lo propio acá se pierde tiempo y dinero", se queja. Las inmobiliarias consultadas coinciden en que los casos como los de Nora K., Adriana T. y Sara de K. se reproducen por toda la ciudad. Y si es cierto que el de las garantías truchas es un fenómeno que creció geométricamente en los últimos dos años, es de esperar que en cualquier momento exploten las consecuencias.
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