Vivían en el Barrio Santa Rosa de Lima en Santa Fe, pero su casa quedó bajo el agua. Ahora están en una casita prestada de la zona oeste de Rosario y no saben qué hacer. La numerosa familia de Eduardo Casco es sólo una de las tantas que llegaron a la ciudad escapando de las inundaciones. Salieron con el agua en las cinturas y el mismo martes 29 de abril, cuando el Salado mostró su peor cara, se subieron a una camioneta hacia Rosario en busca de un lugar seco y seguro.
"El lunes (28 de abril) nos avisaron que se venía el río para el barrio, pero la verdad es que nadie imaginaba lo que iba a pasar. Creímos que el agua llegaría, pero no de esa manera. Y el martes tuvimos que salir corriendo porque el agua se llevó todo lo que encontraba", relató Eduardo, que llegó a Rosario con su mujer, sus cuatro hijos, su suegra, dos cuñadas y una sobrina.
Es más, ese mismo lunes el hombre de 39 años había estado junto con otros vecinos colocando bolsas de arena para frenar la corriente del río, pero ahora dijo que "no sirvió de nada porque el agua entró con todo".
Y escapar no fue tarea fácil. Eduardo no sólo tenía que ocuparse de su esposa Carolina (22 años) y sus cuatro hijos, sino también de sus dos cuñadas y su suegra, que vivían en una casa vecina.
"La gente estaba enloquecida huyendo del río y no nos dio tiempo a nada. Saqué a los chicos, cerré con llave y me fui", recordó. Lo cierto es que el hombre salió con el agua a la cintura cargando a sus hijos y todas sus pertenencias quedaron en la casa de pasaje Liniers y Arenales, en uno de los barrios más afectados de la capital provincial.
Eduardo enumeró sus pérdidas. "Muebles, ropa y juguetes. Todo quedó allá y salimos con lo puesto, incluso las hermanas de mi mujer salieron descalzas", dijo, mientras en la casa que ahora ocupan en Doctor Riva al 5500 su cuñada hacía el almuerzo en una cocina que les prestaron.
Su esposa Carolina (22 años) no habló. "No puedo", dijo, mientras lavaba la ropa en el patio de la casa, que consiguieron por intermedio de unos amigos.
Ahora Nadia, su hija de tres años, va al jardín del Centro Crecer Nº20 de la Secretaría de Promoción Social, el bebé se queda en casa y los más grandes comenzaron a ir la escuela del barrio.
Pero saben todo lo que sucede y lo miran por televisión. "Es terrible, la tristeza que nos producen esas imágenes no se puede explicar", aseguró el hombre, que admite que muchas noches no puede dormir y tiene frecuentes pesadillas.
Quedarse o volver
Ya hace 18 días que están en Rosario y se sienten más seguros, pero el futuro no deja de ser incierto. "A veces pienso que me gustaría volver porque aunque todo es prestado, después de lo que pasó estamos un poco mejor. Pero ¿qué hay en Santa Fe para nosotros?, todo está paralizado y destruido", se pregunta Eduardo, que en la capital provincial cobraba un plan de jefas y jefes de hogar desocupados de 150 Lecop porque hacía seis años que no conseguía trabajo.
Su esposa Carolina, en cambio, no quiere saber nada con volver y sus hijos tampoco. "Ellos tienen miedo del agua, no quieren dejar Rosario", cuenta el hombre. Su cuñada Giselle (14 años) estaba cursando el 8º año y está en la misma disyuntiva.
Ahora a Eduardo le surgen preguntas sobre lo que vendrá, pero intenta seguir adelante. "No sé cuánto tiempo podremos estar en esta casa y tengo que buscar algo para hacer -dijo-. Si consigo un nuevo lugar para vivir, nos quedamos. No lo dudaría porque quiero seguir adelante de la forma más normal posible".