Año CXXXVI
 Nº 49.845
Rosario,
domingo  18 de
mayo de 2003
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Caribe: El show de las tortugas gigantes
Cercana a la costa venezolana, Trinidad y Tobago es un paraíso natural que vibra con el espíritu alegre de sus pobladores

Indiana Monteverde

Paradójico y contrastante, un conjunto de grandes islas e islotes integran Trinidad y Tobago, un país con sello propio que cautiva a quienes se acercan al vértice oriental de las Antillas caribeñas, a poco más de 10 kilómetros de la costa de Venezuela.
Trinidad es rica en recursos naturales, particularmente petróleo y gas natural, mientras que Tobago cuenta con fabulosos arrecifes de coral y playas de arena blanca. Una vibra por su espíritu de alegría y fiesta; otra embriaga por su paz y quietud. Ambas enamoran por la calidez de sus paisajes y su gente.
En la tierra de los colibríes, tal y como la llamaban los primeros habitantes a Trinidad, los nativos gozan de la fama de ser trasnochadores, consumados fiesteros e irredentos alborotadores. Pero lo cierto es que disfrutan del liming, una actividad que les place practicar donde y cuando pueden, en familia o con amigos. Se trata del arte de amenizar una entretenida conversación, que los lleva a florear los discursos sociales, logrando que una simple charla se convierta en un ocurrente juego del intelecto.
Puerto España, capital política, está en el noroeste de Trinidad y desde Fort George -antigua fortaleza británica que se levanta en una colina- puede obtenerse una impactante vista panorámica antes de iniciar cualquier itinerario. El primer punto de visita de muchos viajeros es la fábrica de licores Angostura, donde se produce el famoso amargo junto a otros elixires de renombre internacional.

Orquídeas y jazmines
De allí queda a corta distancia el Queen's Park Savannah, en cuyas proximidades se encuentran magníficas mansiones coloniales, como el castillo de Stollmeyer, la Casa del Arzobispo, el Colegio Real y la oficina del Primer Ministro, cuatro de las Siete Magníficas, como se las conoce. Y también vale la pena visitar el Jardín Botánico Real, que alberga una notable variedad floral del trópico. En su interior se destacan hermosísimas orquídeas y jazmines rojos, además de exóticos lirios acuáticos de Egipto.
Otros sitios para recorrer son la plaza Woodford, el edificio neorrenacentista donde sesiona el Parlamento nacional, conocido como Casa Roja, y la catedral de la Santísima Trinidad, construida a principios del siglo XIX.
Y, como aconsejan los trinis (popular gentilicio de los ciudadanos de Trinidad), para disfrutar de la emoción nocturna hay que prepararse temprano. Entonces el programa puede empezar en el Queen's Hall, donde se ofrecen espectáculos teatrales y musicales de alto nivel. A su término, una opción son los shows de los hoteles más importantes, donde se sirven platos para deleite de los paladares más exigentes.
Otra alternativa: restaurantes variopintos que brindan gastronomía local e internacional en la concurrida avenida Ariapita. Para los que más disfrutan de la movida, el broche de oro aguarda en las discotecas que organizan noches exclusivas para escuchar y bailar los ritmos latinos más populares. Las preferencias del público recaen en el Upper Level Club, en Westmoorings; o en The Parrot, en Valpark; Sabor Latino, en Shoppes of Maraval, y sigue una extensa lista.

Lejos del bullicio
A pocos minutos de coche desde Puerto España, por ruta, se llega a la península Chaguaramas, donde comparten espacios una antigua base militar estadounidense de la 2ª Guerra Mundial y un museo que recrea la historia bélica del país, con documentos que cuentan el paso de Cristóbal Colón, el pirata Barba Negra y el navegante inglés Walter Raleigh, entre otros. Chicos y grandes se trasladan al pasado con las aventuras que se desprenden del legado que allí se conserva.
Y Trinidad también posee atracciones absolutamente naturales, como el centro Asa Wright, a 32 kilómetros al este de Puerto España, complejo de renombre mundial que convoca por el impresionante tesoro que guarda en la espesura vegetal: colibríes, carpinteros castaños, tucanes, cuclillos ardilla y decenas de otras especies de aves. Cerca, en la zona de Mount St. Benedict, una casa de huéspedes abre sus puertas donde a principios del siglo XX monjes benedictinos brasileños construyeron una abadía.
Al sur de Puerto España, en la reserva Carona Bird Sanctuary, todos los atardeceres llegan cientos de ibis escarlatas para descansar, y más allá, en el Wildfowl Trust sucede lo mismo con cormoranes, tucanes y un sinfín de familias plumíferas. Y para no olvidar, el pantano Nariva y la cascada Maracas, la más alta del país, son sitios propicios para acampar, nadar y observar aves deslumbrantes.
Aunque si el interés del viajero apunta específicamente al contacto íntimo con la naturaleza, la cita obligada espera en Tobago, comenzando por la cascada Argyle. Guías especializados conducen a los turistas por un sendero que orillan bellísimas plantas, árboles inmensos y pájaros por doquier. Otros atractivos imperdibles son el santuario de vida salvaje Grafton Caledonia, el Jardín Botánico de Scarborough y las islas Pequeño Tobago y St. Giles.
El plato fuerte lo presentan las tortugas marinas gigantes Leatherback, que anidan entre marzo y agosto de cada año para desovar, enterrados en la arena, entre 80 y 125 huevos en la costa oeste de Tobago y este de Trinidad. Cuando rompen el cascarón, al término de dos meses de la postura, las crías emprenden veloz carrera al mar. El avistamiento nocturno y las visitas en general requieren de un permiso para acceder a las playas protegidas por el gobierno.
Tobago asume la condición de reina de las playas, desplegando su oferta a partir de Store Bay, tal vez la más popular, con su típico mercado de artesanías, para continuar hacia Pigeon Point, de aguas más tranquilas, transparentes y una arena blanca sombreada por esbeltos cocoteros.
Aquí el buceo es la actividad por antonomasia, junto a tiendas de ropa playera, franelas y batiks. Desde aquí se parte hacia el arrecife coralino Buccoo -declarado parque marino y comparable a la gran barrera de coral de Australia por su riqueza- en botes con fondo de vidrio que facilitan la observación de ese preciado tesoro natural.

Danza con rayas
Un sitio al que Jacques Cousteau regresaba periódicamente, luego de sus aventuras por otros mares del planeta, es la playa de Speyside, en Tyrrell's Bay, uno de los lugares ideales para practicar el buceo de corriente, y donde los submarinistas se deleitan con sus "danzas con rayas", habitantes pródigos en estas aguas junto a barracudas, morenas y meros.
Para la actividad submarinista existe otro imperdible: la visita al coral cerebro más grande del mundo, que se encuentra entre la isla de las Cabras y Pequeño Tobago. En camino se aprecian bellos arrecifes con túneles incrustados de esponjas, coloridos corales duros y blandos, peces multicolores, cangrejos, langostas y camarones. Un sueño en la profundidad.
Entre las diversas comidas típicas, conviene probar la "pizza" de Trinidad y Tobago: la roti, comida rápida de origen indio, consistente en una masa de harina de trigo, sal y levadura, rellena de carne y vegetales condimentados. Y a la hora de beber, integran la lista preferencial el seamoss (algas marinas, leche, miel, esencia de almendras), el channa (garbanzos batidos con leche y miel) y el peanut punch (mantequilla de maní con leche, hielo, leche condensada y especias).



El país caribeño cautiva con sus agrestes playas.
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