Año CXXXVI
 Nº 49.845
Rosario,
domingo  18 de
mayo de 2003
Min 11º
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cartas
El penúltimo daño

No debe haber momento de más expectativa para una persona o una sociedad que aquel en el cual se avizora con certeza un cambio para bien. No obstante, vale la pena hacer un ejercicio final sobre la crítica a la situación que se deja y que se sabe quedará clausurada para siempre. Eso sucede con Menem y su tiempo, con el neoliberalismo y su excesiva impiedad para la sociedad argentina. Cuando Menem tomó las riendas del gobierno, en 1989, anunciaba una cantidad de ocho millones de argentinos por debajo de la línea de pobreza. Cuando después de 10 años y medio se va, esa cantidad había subido a 18 millones. Esta podría ser la verdadera síntesis de su gestión de gobierno. El sabio viejo solía decir que gobernar es crear trabajo, y el resultado menemista estuvo en las antípodas de este concepto. Nada fue a favor de los trabajadores, porque se quedaron sin su actividad. La posibilidad de producir, que constituye la intimidad de la naturaleza humana, se vio aniquilada por la voracidad de los gobiernos de Menem. Cuánto más podríamos enunciar en el área social, en la salud pública, en la educación pública, en las vergonzosas relaciones internacionales a las que nos vimos expuestos, en la justicia, derechos humanos y en la economía, que lejos de estar al servicio del pueblo se orientó claramente a los sectores más concentrados del poder. Esta renuncia insólita e irresponsable de alguien a quien dudaría de calificar de demócrata, forma parte del penúltimo daño que produjo. Porque estimo queda un saldo. Hermanos, compatriotas: vayamos entendiendo que esa parte oscura de nuestra conducta social merece ser abandonada, hagamos el esfuerzo y no tengo dudas de que esta actitud ayudará a alumbrar el sentido nuevo que merecen nuestra patria y nuestro pueblo.
Marcelo Chibotta


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