Pablo F. Mihal / La Capital
El rugby es uno de los pocos deportes en que nada esta dicho hasta que el árbitro pone punto final a un partido. No sabe de merecimientos. Es cuestión de aprovechar bien un error rival para dar vuelta una historia adversa. Esta aseveración cobra más fuerza si encima el marcador está muy parejo. Eso fue lo que ayer ocurrió en Las Delicias, en el clásico del barrio entre Duendes y Universitario, un partido donde se impuso el verdinegro por un ajustado 13-12 y que le permitió seguir conservando la punta y el invicto disputadas cuatro fechas del Regional del Litoral donde está en juego la Copa Volkswagen. Para entender lo que pasó ayer en la cancha de Duendes es necesario empezar por el final, por el descenlace, sino no puede explicarse cómo Universitario dejó escapar una victoria que ya tenía "casi" asegurada en tiempo de descuento. Porque Duendes no jugó bien, su rugby estuvo muy lejos de aquel que desplegó en sus tardes de gloria y con muy poco consiguió el triunfo. Sólo supo aprovechar las oportunidades que tuvo y por sobre todas las cosas los regalos de la visita, precisamente en los minutos postreros. Fue allí donde quedó bien en claro que a equipos como el verdinegro no se le pueden conceder licencias, porque las aprovecha y mata. Ayer Universitario, ya en tiempo de descuento, dejó dos pelotas adentro del perímetro, las cuales si alguna de ellas salía, terminaba el partido con una victoria suya. La última (quizás fue la más grosera porque fue al centro de la cancha y permitió dos frentes de ataque) terminó en una estocada letal y los dejó con las manos vacías. Antes de que eso ocurra, Universitario había hecho mejor las cosas. Desde una sólida defensa empezó a edificar un resultado que le fue en el 99% de la tarde favorable. Aún en condiciones muy difíciles para poder jugar, se las ingenió para complicar a su rival, apelando al trabajo a destajo de sus delanteros quienes cumplieron un papel importantísimo. Ellos inclinaron la balanza en el line y en el scrum y contagiaron al resto en la recuperación de la pelota a través del tackle. Duendes, en tanto, debió jugar muchas veces con pelotas defensivas. Su juego no fue de conjunto y las individualidades no lograron quebrar la sólida defensa de Universitario. La pelota tuvo poco vuelo, a tal punto que no pasaba de los centros y los errores propios dominaron su escena. Mejoró un poco con el ingreso de Pablo Gulino y casi sin argumentos se lanzó al ataque al mejor estilo "a la carga barraca". Y en ese contexto tuvo la última oportunidad y dio vuelta la historia. Después festejó, pero quedó en deuda con el juego. Universitario, en tanto, sintió el resultado final como un despojo, pero a nivel juego demostró una vez más que este año puede darle batalla a cualquiera. Y eso no es poco.
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