El Renault Laguna azul patente DTL836 con Néstor Kirchner y Cristina Fernández a bordo atravesó el portón de América TV a las 12.43. Estaba llegando tarde. Adentro, Mirtha Legrand, más inquieta que nunca, esperaba salir airosa de la enorme responsabilidad que le esperaba: hacer su primera entrevista al presidente electo. Lo reconoció al aire: "No es fácil para mí hacer este programa, me desperté a las 3 de la mañana".
Kirchner entró al estudio algo contenido, luciendo saco cruzado gris oscuro, camisa rosa clarita y una medida serenidad en el rostro. Era su primera aparición en televisión abierta como presidente de la Nación. Y caían sobre él todas las miradas, todas.
Mirtha lo recibió parada en el centro de su living y casi de inmediato lo avanzó con una de sus preguntas retóricas, con reproche incluido: "¿Por qué anda siempre con el saco desabrochado?", le disparó. El nuevo presidente dudó unos segundos y dijo: "Pero Mirtha, usted siempre me reta".
Después vino el regalo de una camiseta de Racing, identidad futbolera compartida con la diva. Sin embargo, en la hora y media de programa circularon definiciones políticas muy profundas, y el gesto de la camiseta académica quedó en el balance como un momento tibio de un almuerzo caliente.
Ya sentado a la mesa de la conductora, Kirchner funcionó en tándem con Cristina, su mujer, la persona que conoce todos sus secretos. Están juntos desde 1975, cuando compartieron la militancia en la gloriosa jotapé, afín a la Tendencia Revolucionaria, en la Facultad de Derecho de La Plata. El matrimonio Kirchner se mira y se entiende sin hablar, se complementa. Ella le ofrece la palabra precisa, el gesto adusto o la sonrisa perfecta, por si le hace falta a él para comunicar mejor una idea.
Cambio de estilo
La senadora lució un tailleur de terciopelo marrón de saco y pantalón. Y su característico flequillo de peluquería va dejando lugar a un peinado más clásico, con la frente libre. "Me critican por el flequillo", dijo Cristina, resignada a que de ahora en más todo lo que diga, haga o muestre será analizado en detalle por lo medios de comunicación.
Mirtha le largó sin aviso: "¿Usted es una muñeca brava?", tratando de instalar la idea de la mujer que maneja a un marido débil. Mirtha le reprochó a Kirchner la dureza del discurso que dio minutos antes de que Menem se bajara de la candidatura. "¿No lo habrá escrito usted?", le disparó Mirtha a Cristina. La senadora la cortó en seco: "Mirtha, ese es un prejuicio machista", le contestó.
Los Kirchner son parte de una generación que perdió a 30 mil de sus miembros, incluido al compañero de departamento de Lupín, en aquellos años de estudiante universitario. Está claro: fueron los jóvenes que entraron en la historia de la década más romántica y violenta del siglo XX, la de los años setenta. Muchos años después se reivindican como tales. Por eso la pareja aprovechó el almuerzo para recordar sus viajes en tren desde La Plata a la Plaza de Mayo para los actos de los 17 de octubre.
Kirchner comió apenas un bocado del jamón crudo con melón verde, pero le alcanzó para tomar fuerza, y sin titubear, acribillar a uno de los popes de la comunicación televisiva argentina, Mariano Grondona, de canal 9: "Me descalificó en lo personal, se equivocó. Y encima me extorsionó mandándome un periodista a Santa Cruz para armar una provocación". También le dedicó un párrafo a Claudio Escribano, del diario La Nación: "Escribano escribía en su diario que a mí me apoyaba el aparato de Duhalde, y yo le contesté que el periódico que dirige apoyó a López Murphy. Y tuvo la valentía de reconocerlo" dijo Kirchner.
Cristina y Néstor abordaron el Renault Laguna Azul dos horas justas después de la llegada. Algunos empleados del canal y vecinos del barrio los vivaron. La pareja feliz saludó, y entre apretujones, subió al auto. Están enamorados. Y dispuestos al desafío más grande de sus vidas: empezar a sacar a la Argentina del desastre. Los Kirchner, con el espíritu de aquella juventud maravillosa de los 70, no lo dudan: están convencidos de que es posible.