Año CXXXVI
 Nº 49.843
Rosario,
viernes  16 de
mayo de 2003
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Opinión: Casi una estudiantina

Como dijera el gobernador Carlos Reutemann en una de sus frases favoritas: "No es fácil". Entender la lógica que mueve el Concejo Municipal, uno de los poderes que gobierna la ciudad, es muy difícil. Más allá de algunas cuestiones puntuales y personales, durante las sesiones los ediles en su conjunto se asemejan más a una estudiantina que a lo que debería ser el cuerpo deliberativo de la segunda ciudad de la República. No son pocas las veces que olvidan que están legislando para una localidad con casi un millón doscientas mil personas, con las condiciones socioeconómicas que todos los rosarinos conocemos y no es necesario detallar.
Sesionan sólo una vez a la semana, la mitad de lo que lo hacían al inicio del período democrático inaugurado en 1983. Pero además gran parte del tiempo lo destinan a protagonizar papelones. Cada jueves superan el escándalo de la semana anterior. Sólo basta mirar algunas sesiones. Y para muestra basta un botón: ayer pasaron más de dos horas y media discutiendo sobre si el Estado municipal debe o no controlar los besos de los chicos en las confiterías. La semana previa habían aprobado una ordenanza que reglamentaba el uso de las bicis. Claro, olvidaron que para la mayoría de los ciclistas es imposible cumplir con la norma por cuestiones económicas. Pero no sólo eso. Durante más de un mes, discutieron sobre el futuro de Omar Bonino, el ahora destituido jefe de la Oficina Municipal del Consumidor, separado del cargo porque sobre él pesaba una inhabilitación.
En las últimas semanas en que estalló el caso de la muerte de seis pacientes del Hospital Centenario y otros 10 resultaron infectados por hepatitis B, ningún concejal tocó el tema. Tampoco se enteraron de que en las últimas horas hubo más de 30 despidos de la obra social Iose. Y ya casi se olvidaron de los inundados, aunque tienen en la gatera el envío de ayuda a Santa Fe. Así se podría seguir con la lista que los ediles ignoran.
Atrás quedaron los proyectos que años atrás se barajaron para salir a sesionar a los barrios. "Si vamos nos matan", admiten los ediles. Por suerte para ellos, la gente no va a las sesiones y poco se interesa por lo que pasa en el Palacio Vasallo. Por ahora, pueden seguir dilapidando el tiempo en discusiones inservibles para la gente y gastando presupuestos que llegan, en algunos casos, hasta los 10 mil pesos por mes y por concejal.


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