Según se presume, la elección de las víctimas se hacía en función de neutralizar posteriores reclamos. Los estafadores contactaban a personas lo suficientemente alejadas de Rosario -en Salta y Buenos Aires, por lo que se sabe- como para que se les dificultaran las acciones judiciales. El hecho de recurrir a documentos falsos parece haber respondido a la misma finalidad. Así, uno de los damnificados viajó hasta Firmat, al saber que allí vivía una persona que respondía al nombre de Mauricio Gustavo Tolosa. Cuando los damnificados no se resignaban a ser estafados, los delincuentes recurrían a métodos mafiosos. Tanto el productor de Piedritas como un empresario de Arrecifes -quien radicó una denuncia en la comisaría 3ª- fueron objeto de reiteradas intimidaciones y amenazas de muerte, hechas con una profesionalidad que asombra a los investigadores. Por ese motivo, se descuenta que la banda conforma una especie de iceberg, y que la identidad de varios de sus miembros, quizá los más peligrosos, todavía no ha salido a la superficie.
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