Maher Chmaytelli Bagdad. - La caída del régimen de Saddam Hussein anuncia el comienzo de una nueva era económica en Irak, en la que la coalición británico-estadounidense busca promover la economía de mercado para atraer las inversiones. Como los antiguos Estados socialistas, el Irak de Saddam Hussein dejaba toda la economía en manos de un ministerio que anunciaba planes fantasiosos a cinco o incluso diez años vista, y con objetivos irreales. La economía en el nuevo Irak se enfrenta a enormes retos, como la pesada deuda exterior del país y la falta de liquidez de los iraquíes. Pero el mayor desafío se refiere al peso del sector público. Las empresas petroleras e industriales estatales representan alrededor del 75% del Producto Interior Bruto (PIB) iraquí, estimado en 28.000 millones de dólares. El Estado también controlaba el comercio exterior, pues el sector privado estaba limitado a la agricultura, la industria ligera, el comercio interior y un sector bancario incipiente. La capitalización de la bolsa de Bagdad, que incluye a 13 bancos privados, apenas supera los 137 millones de dólares y la mayoría de empresas que cotizan en ella son empresas públicas parcialmente abiertas al capital privado. Benham Eliass Puttrus, el responsable iraquí nombrado para gestionar el Ministerio de Planificación, explica que el régimen derrocado optó por la privatización en los años noventa para hacer frente a las sanciones de la ONU a Irak después de la invasión de Kuwait en agosto de 1990. El Estado cedió al sector privado empresas lácteas y de agua, pero conservó más de 50 grandes firmas de los sectores agroalimentario, textil, farmacéutico, construcción y abonos. Según el analista iraquí Fadhel Alí, estas firmas podrían ser competitivas en caso de apertura del mercado iraquí a condición de que sean rápidamente modernizadas. (AFP)
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